Señales y Milagros

He aquí una cuestión que en estos últimos tiempos ha apasionado a muchos y por esta razón es conveniente que tengamos una idea clara y bien definida la misma. Para ello nos remitiremos a la Palabra de Dios que es la antorcha que alumbra y a la cual debemos someternos,

Primeramente es imprescindible hacer nota lo que el mismo Señor Jesucristo dijo referente a sus señales. En el cuarto evangelio hallamos tres declaraciones a cual más significativas sobre este particular. Jesús proclamaba abiertamente “Las obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me haya enviado” (Juan 5-36) “las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí” (Juan 10-25), creedme que yo soy en el Padre y el Padre en mi: de otra manera, creedme por las mismas obras” (Juan 14:11).

A la luz de estas manifestaciones podemos afirmar que los maravillosos hechos de Jesús, durante su estancia en esta tierra, fueron el testimonio más firme de su misión divina y el mismo tiempo una prueba indudable de que “en El habitaba toda la plenitud de la divinidad corporalmente” (Col. 2:9). Sus señales fueron las cartas credenciales que le acreditaban como enviado de Dios ante un mundo reacio a recibir otra clase de pruebas que no fuesen de orden material, y, además aparte de que por ellas cumplió perfectamente su propósito de hacer más real la presencia del Dios Todopoderoso entre los hombres, no vemos que en lugar alguno manifestarse que tales obras tenían poder para salvar o producir efectos espirituales en las almas, antes más bien hallamos una manifiesta represión para aquellos que deseaban ver señal, lo cual atribuye a su maldad (Mat.12:38)

En segundo lugar en el caso de Nicodemo tenemos un claro ejemplo, para nuestro examen, del efecto que producían en el pueblo las señales del Señor”Rabbit, sabemos que has venido de Dios por Maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces si no fuere Dios con el” (Juan 3:2) Si comparamos está sincera confesión por parte de un testigo ocular con lo declarado por el Señor anteriormente, vemos qu testimonio y testigo se unen para proclamar el perfecto cumplimiento del propósito de Dios en las obras que dió a su hijo que hiciese.

Queda confirmada esta verdad en el caso especifico de las señales de los apóstoles, cuando el autor de la carta a los hebreos nos dice: “Testificando juntamente con ellos Dios, con señales y milagros y diversos maravillas”. Es interesante notar en este pasaje que habla de “ellos” (no nosotros). Ellos hablaban y Dios obraba testificando con sus milagros que que ya obra era divina. Resulta, pues, incomprensible que haya quién atribuya a esas señales otra misión que la que Dios les asignó, y que existían aún actitudes como las que tomaron los escribas y fariseos diciendo: “Maestro, deseamos ver de ti señal”. A unos y a otros les señalamos como respuesta única y contundente aquellas palabras de Jesús: “Si no oyen a Moisés y a los Profetas tampoco se persuadirán si alguno se levantare de los muertos.”( Luc. 16:31)

A este propósito señalamos Jesús tuvo que enseñar a Nicodemo los primeras condiciones para entrar en el reino de Dios, a pesar de ser éste Maestro de Israel, haber visto sus señales y saber que había venido de Dios por Maestro. Claramente, pues, podemos deducir y afirmar que todas las señales no fueron capaces, no ya de salvarle, sino ni de enseñarle a encontrar la salvación; y es que los hombres se equivocan cuando se apartan de las Sagradas Escrituras, pues claramente nos enseñan que “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. (1ª Cor. 1:21), y que “el evangelio es potencia de Dios para Salvación a todo aquel que cree”. (Rom. 1:16)

Por : Miguel Valbuena

Publicado en enero de 1945 revista “El Camino”