El Evangelio de la Gracia de Dios

El Evangelio o Buenas Nuevas de Salvación no es más que el mensaje de vida eterna a las almas de esta pobre humanidad.

Por un instante contemplemos allí en el huerto de Edén, rodeado de toda suerte de árboles deliciosos a la vista y buenos para comer, a Adán y Eva, nuestros primeros padres, creados por Dios a Su imagen y semejanza y con el alto privilegio de poder enseñorearse de todo lo demás creado por su Hacedor.

¿Has soñado por ventura, querido lector, en una felicidad más completa que la que gozaron ellos? ¿Crees tú que le será necesario el Evangelio? No, no lo necesitaban. El hombre fue constituido para vivir en eterna comunión con su Creador, pero para su desdicha y la nuestra también, aquella santa comunión muy pronto se interrumpió. ¿Por qué? Dios les había instruido diciendo: “De todo árbol del huerto comerás, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás”, empero Satanás, que como señal el apóstol Juan “peca desde el principio” apareció a Eva por medio de la serpiente, tentándola, a cuya invitación accedió ella y también su marido, viniendo a ser transgresores de la prohibición antes citada. Miraron, codiciaron, tomaron, comieron… y cayeron. ¡EL PECADO!

Por este motivo sacólos Dios del huerto de Edén, y por cuanto todos los hombres pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.

Las Sagradas Escrituras nos relatan que el hombre cayó y pecó, viviendo ahora por naturaleza alejado de Dios, siendo lo más triste del caso que por sí mismo no le es posible desprenderse de la fealdad del pecado, pues Dios dice por medio de su profeta: “Aunque te laves con lejía, y a montones jabón sobre ti, tu pecado está sellado delante de mí” (Jer. 2.22). Sin embargo a esta pobre humanidad sumida en tan deplorable situación, Dios, que es rico en misericordia le ha dado su promesa de Salvación. Inmediatamente después de la caída se oyen las palabras consoladoras: “Y enemistad pondré entre tu (serpiente) y la mujer, entre tu simiente (pecado) y la simiente suya (Cristo); está le herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”, dando entender así, que el Hijo de Dios aparecería para deshacer las obras del diablo, lo cual fue patente una vez llegado el cumplimiento del tiempo, en que Dios envío a Cristo, hecho de mujer, para ser Salvador del Mundo.

Mas el ángel les dijo (a los pastores): “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”. Este es el Evangelio de la Gracia de Dios porque no como el delito, tal fué el don: porque si por el delito de aquel uno (Adán) murieron los muchos, mucho más abundó la gracia de Dios a los muchos, y el don por la gracia de un hombre, Jesucristo, el cual fue muerto en la Cruz del Calvario por nuestros delitos y pecados,, y resucitado al tercer día conforme a las Escrituras para nuestra justificación. En esto es conocido el amor de Dios: “porque de tal manera amó al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Muchos son ya los que gozan de esta vida eterna y tú, amado lector, si quieres también puedes deleitarte en igual dicha aceptando el amor y misericordia de Jesús que te ofrece hoy su salvación.

Para ello es indispensable que hagas un alto en tu camino de perdición, medites en tu situación y te arrepientas de tus pecados. De otro modo, ¿cómo escaparás si tienes en poco una salvación tan grande? Di, pues, como el publicano: “Dios sé propicio a mí, pecador”, y El además de salvarte será tu Señor desde ahora y para siempre.

Por :  Fernando Pujol

Publicado en junio de 1945 revista “El Camino”