Soledad en la Jubilación

Por : Eduardo Bracier

Si hacemos un paralelismo entre las palabras “jubilación” y “vejez”, cuando unimos los dos términos la soledad es inevitable, lógica y hasta “deseable” (explicaré más tarde por qué hago esta afirmación). Propongo que, frente a estos dos hechos, lo que tenemos que hacer es ver cómo podemos aprender a “estar solos” y no estar sumidos en la más profunda tristeza, evitando la amargura.

La “soledad” es quizá el problema más temido y más difícil de resolver. Pero también es en esta área de la vida, en la que hay solución: La presencia del Señor (literal y consciente de que Él está al lado nuestro) sin duda, es el factor contribuyente más importante. Pero vamos por partes.

La jubilación normalmente implica la pérdida de una serie de circunstancias que, hasta aquel momento han constituido una parte fundamental de la vida. Vamos a considerar algunos de estos “elementos” y ver cómo podemos prepararnos para “lo inevitable”, sin hacerlo con horror, sino con cierta anticipación por lo que tiene de bueno al final.

1.- El cese en el trabajo

Desafortunadamente, muchas personas se han “unido” tanto a su trabajo que, al llegar a la jubilación entran en una fase (o, mejor dicho en un trauma) de pérdida de identidad.

Esto es aún más patente para los pastores/obreros que han vivido su llamada con tal intensidad que, erróneamente, se han olvidado de que dedicarse a la Obra del Señor no es lo mismo que dedicarse al Señor de la Obra. Como resultado han olvidado que, por encima de todo, son hijos de Dios y por lo tanto, su primer compromiso es cuidar de su relación personal con el Señor por encima de todos los demás compromisos. El que ha aprendido a cultivar su relación con el Señor-de-la-obra no sufrirá, o por lo menos: podrá mitigar, el duelo que frecuentemente acompaña la jubilación de un ministerio concreto y respetado.

Pero lo mismo se aplica al trabajador de la fábrica, de la oficina, de la tienda, de la escuela. Todos debemos saber que nuestra identidad no está en ser el encargado de tal o cual responsabilidad o en el jefe de una sección de una fábrica etc., sino en nuestra posición envidiable de ser hijo/hija de nuestro Padre celestial.

Y Él ha prometido no abandonarnos nunca. Nunca.

2.- La muerte de los seres queridos

En el momento de la jubilación, la pérdida de seres queridos también implica pasar por el valle más oscuro de la soledad. La ausencia de los amigos puede ser un gran motivo de desaliento. Recientemente, un amigo muy especial murió de repente. Hace dos días vi a un hombre en la iglesia sentado dos filas delante de mí y mi reacción inmediata e inconsciente fue: “¡¡Es mi amigo!!” – desde atrás, parecía igual a él y la verdad es que lo echo mucho de menos. ¡Cómo trabajábamos juntos!

La paulatina marcha y por lo tanto, la ausencia de los amigos que se van yendo favorece el sentir: “Me estoy quedando muy solo”.

¡Cuánto más si la persona es tu conyugue! No hay manera de llenar el hueco en el corazón de la viuda de mi amigo. La familia no puede hacer más para ayudar a la esposa, noche y día, hijos, nueras, nietos… pero… No. La soledad es un hecho inevitable y ésta es “la circunstancia más cruel de todas”. Sin embargo, hay un alivio profundo en saber que dentro de “no mucho” volveremos a estar juntos (aunque de momento sea solamente un alivio parcial). Sabemos que volveremos a estar más juntos, y entre tanto recordar que…

Él ha prometido no abandonarnos. Nunca.

Y antes de dejar este apartado (volveré a esto al final de este artículo), permíteme corregir un concepto erróneo. Muchas veces se habla de “la pérdida de un ser querido”. Pero no es así, si se trata de un creyente. Cuando “pierdo” la llave de mi coche es simplemente que no sé dónde está. Pero cuando mi amigo Juan Miguel murió no puedo decir que lo “he perdido” – puesto que sé dónde está: “¡Con Cristo! Lo cual es muchísimo mejor”. Y este es un consuelo para nuestra querida Basi y para toda la familia. ¿Qué te parece?

3.- La pérdida de facultades físicas

También la jubilación, asociada normalmente a la vejez, implica con frecuencia la pérdida de facultades que son tan fundamentales para nuestra vida. La visión ocular y la audición disminuyen, (¡los dientes y el pelo también!). Si adoptamos una actitud de rechazo a estos hechos, solamente vamos a provocar el posible aumento de amargura que nos hace mucho daño (por el estrés y la angustia que nos genera). Tenemos que adoptar actitudes y acciones que estimulen la producción de la serotonina (a veces llamada: “la hormona de la felicidad”). Hemos de demostrar a los que nos rodean que, a pesar de todo, somos felices por decisión.

La esposa de un evangelista, (los dos muy amigos nuestros) nos dijo humorísticamente un día: “Ahora cuando me agacho para coger algo del suelo, me pregunto: ¿Qué más puedo recoger ahora mientras estoy aquí abajo?” La flexibilidad del cuerpo no es como era antes. Una “ventaja” es que los dolores de las articulaciones pueden ir variando de un día a otro. ¡Por lo menos hay variedad! Pero al ir avanzando el tiempo los dolores ya no son chistosos para “compartir” con otros jubilados, y nos produce una sana envidia al ver la agilidad de los jóvenes y pensamos: “No hace mucho, yo también podía hacer lo mismo”. Pero lo cierto es que nuestros cuerpos se van deteriorando. Alguien ha dicho acertadamente: “La edad no se mide por los años sino por la cantidad de ruido que haces al agacharte y volverte a incorporar”.

Mi madre, en un momento de la Segunda Guerra Mundial, perdió repentinamente la visión durante varios días. Se quedó totalmente ciega. Años más tarde nos contó lo dura que fue aquella experiencia. Pero, tiempo después, perdió la facultad auditiva durante unas semanas. Más tarde nos dijo que fue peor que la ceguera. Decía que todo el mundo tenía en cuenta las dificultades de un ciego, pero al quedar sorda, simplemente la dejaban de lado, o peor, creían que estaba demente. Además, con la pérdida (o disminución) auditiva y al no captar el tema de conversación en la mesa familiar o con amigos, podemos ir sintiéndonos cada vez más aislados, solos, incomprendidos. Sea la ceguera o la sordera, ninguna de las dos cosas son deseables. No obstante,

Él ha prometido no abandonarte. Nunca.

También hay otro tipo de pérdida:

4.- La pérdida de facultades psíquicas

Para una persona dada a la literatura, la llegada de los primeros síntomas reconocibles del Alzhéimer le puede llevar a una profunda tristeza (que no favorece para nada el freno a la enfermedad). El hijo del político, expresidente del Gobierno español, Don Adolfo Suarez comentó que su padre, con un estado avanzado del Alzhéimer, estaba feliz, porque podía mirar la misma película una y otra vez con gran entusiasmo puesto que no se acordaba como terminaba, era siempre como ver la película por primera vez.

No cabe ninguna duda que para los cuidadores no es ninguna broma, tampoco lo es para el enfermo que puede encontrarse con situaciones de terror al no reconocer a las personas más queridas y se encuentra cada más y más aislado. Mi cuñada desde hace años está en una Residencia dónde recibe un cuidado exquisito hasta tal punto que mi hermano ha querido reservar plaza para él mismo, si llega a tener la misma enfermedad. No obstante, los años como cuidador le han dejado exhausto. (Me permites preguntar: Tu iglesia local ¿podría crear un ministerio precisamente para apoyar a los cuidadores?).

Él ha prometido no abandonarte nunca. Nunca.

Y Dios conoce las limitaciones neurológicas, físicas y mentales, y podemos afirmar a los que sufren con alguna de estas limitaciones que: “No eres un error. Hay una razón para tu existencia aún tal como eres.”

John Piper, contestando una pregunta de uno de sus lectores, escribo en su blog:

John Milton, el gran poeta del siglo XVII, escribió, probablemente el poema más famoso en lengua inglesa: “Paradise Lost”. En medio de su asombrosa y productiva vida, se quedó ciego y sintió que Dios le había quitado el único don que tenía para ser útil y servirle. Pero finalmente escribió un soneto sobre su pérdida, y lo llamó: “Sobre la Ceguera” que ha sido de gran ayuda para muchos que son conscientes de sus limitaciones y de cómo sus facultades van desvaneciéndose. Traduzco una parte:

Cuando considero cómo se gasta mi luz,

Antes de la mitad de mis días, en este mundo grande y oscuro,

Y ese talento de poder ver que es la muerte, para mí

Porque podía servir a mi Hacedor, y presentar

Mi cuenta verdadera, no fuese que Él regresase regañando;

¿Exige Dios el trabajo diario, negando la luz?”

Pregunto con cariño. Pero con paciencia, para prevenir

Ese murmullo, y pronto me respondo a mí mismo: “Dios no necesita

O el trabajo del hombre o sus propios dones; ¡quien mejor

Soporta su suave yugo, le sirve mejor!

Él es soberano:

Y también sirven quienes solo se paran y esperan

Después de todo lo dicho hasta aquí, quisiera elevar el tono para considerar: Cinco Cuestiones Prácticas para superar la tristeza que tantas veces provoca la soledad en la vejez:

1.- La gratitud.

En vez de hacer hincapié constantemente en nuestros pensamientos sobre lo que hemos perdido, creo que sería mejor meditar en lo que todavía tenemos. Si buscamos, encontraremos (como dice un himno moderno) “10.000 razones” para vivir agradecidos.

Siendo yo niño se realizó un concurso en la Escuela Dominical de mi iglesia en la que teníamos que apuntar la lista más larga de bendiciones. No me acuerdo del número que apunté (sé que era más de cien, y aun así otro niño ganó el premio) pero pienso que es un ejercicio muy positivo. De hecho, se podría hacer un concurso entre los esposos haciendo cada uno su lista, después estaría bien que los dos contaran el número de bendiciones expuestas.

A pesar de que los miembros de la iglesia en Corinto estaban lejos-de-ser-perfectos, Pablo insistía en la frase “Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros” (1 Co 1:4). Y la misma Escritura nos anima a desarrollar un hábito de gratitud, siempre. Invito al lector a fijar la atención en estos textos:

Sal 100:4-5 Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones.

Col 1:10-12 y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 

1 Tes. 5:16-18 Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. 

2.- La cuidadosa meditación en la Palabra

Debemos notar que la Biblia habla más de “meditar” en la Palabra que “leer la Palabra”. Obviamente, para poder meditar tenemos que leer – pero ahora, estando jubilados tenemos (oficialmente, y con el permiso de los hijos y nietos) más tiempo para gustar, degustar y re-degustar nuestras lecturas y dejar que la Palabra sature nuestra mente. “Que la palabra de Cristo more en abundancia en vuestro corazón.” (Col 3:16). Podemos “meditar sosegadamente” para nuestro propio enriquecimiento

Hasta la “memorización” de versículos es de tremendo valor para la formación de nuevas conexiones neuronales. Vale, lo vamos a olvidar, pero la mera intencionalidad es sana y bíblica: “En mi corazón he guardado Tus dichos para no pecar contra Ti” (Sal 119:11)

3.- Potenciar las amistades

Esto se puede hacer de muchas maneras. Pertenecer a un Grupo Pequeño de tu iglesia es lo más obvio y beneficioso, para ti y para los demás. ¿”Para los demás”? ¿También? Pues sí, ya que por lo menos ¡estamos dándoles la oportunidad a los demás de ejercer el cuarto aspecto del fruto del Espíritu Santo: el de la paciencia con nosotros!

¿En tu iglesia hay un ministerio social dónde puedas participar? Quizás no en mover cajas pesadas, pero ¿puedes servir a los necesitados ofreciendo bebidas calientes en días fríos, conversando con los que solicitan ayuda y hasta dar clases de español para los que llegan a nuestro país de otros rincones del mundo?

¿Podrías participar (y hasta formar si no existiera) en un grupo de apoyo para algún sector de la población? Casi no hay límite de distintos tipos de grupos de apoyo. Algunos ejemplos: Mujeres con cáncer; personas que estén pasando por un período de duelo; madres solteras; familias de alcohólicos; sordos – hasta puedes aprender el lenguaje de los signos (que es un trágico hueco en nuestros cultos y en las actividades en nuestras iglesias).

Todos estos puntos pueden ayudarnos a “potenciar la amistad” y, sin duda, nosotros seríamos los primeros beneficiados pero, para evitar una orientación egoísta, mantengamos claro en nuestras mentes que buscamos desarrollar las amistades para ayudar a los demás. Esto es nuestro cometido como cristianos.

4.- Como un acto de voluntad: aparta la negatividad

Hay “personas medicina” y otras que son tóxicas. Intenta “modelar” a los que solo hablan de lo negativo. Sé amable, comprensivo y paciente con los demás. Al levantarte por la mañana, cuenta las bendiciones que el Señor te da. ¿Sabías que el mero acto de sonreír produce 700 reacciones químicas en nuestros cuerpos que nos ayudan a estimular las endorfinas?

¿Qué hacen las endorfinas? Son el regalo de nuestro Creador para ayudar a aliviar el dolor y para generar felicidad – por eso reciben el apodo de “las hormonas de la felicidad”. Así pues, ¡vale la pena sonreír!

Por lo tanto, intenta evitar escenarios en los que reine un ambiente negativo. Reconocemos que hay personas que tienen facilidad para crear entornos tensos y negativos y a veces es imposible, por razones familiares, sustraernos totalmente de ellos. En este caso, buscad las maneras de poder “subir a la superficie para respirar” si estás inmerso en situaciones familiares negativas. Tenemos que buscar y disfrutar de la armonía. Hasta Pablo nos manda en Ro. 12:18 “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.”

5.- Haz cosas que te gusten

Sé que esto es bastante obvio, pero es algo que podemos olvidar. ¿Te gusta escribir cartas? Quizás podrás encontrar en esto un nuevo ministerio.

George Brucks era el director de Juventud para Cristo para Europa hace años y yo era el responsable de no enviarle noticias e informes del progreso del movimiento entre los jóvenes en España. Un día, un tanto exasperado, me dijo: “Eduardo, espero que el Señor no hará contigo lo que hizo con Pablo: ¡Ponerle en la cárcel para ponerse al día con su correspondencia!”.

¿Te has dado cuenta de que la parte del ministerio de Pablo que ha durado por más tiempo ha sido precisamente las cartas que escribió para animar a otros creyentes? No sé si le gustaba hacerlo, pero si a ti te gusta escribir – quizá esto puede ser un ministerio que iría mucho más allá de hacer-algo-para-matar-las-horas. Si es algo que te gusta de verdad hacer, ¡hazlo!

¿Te gusta la jardinería? Y ¿tu iglesia tiene un jardín que puedes cuidar? ¿Te gusta leer? Pues la ONG “Once” conoce a ciegos que agradecerían mucho que una persona les leyera un libro. Conocí a una misionera que vivía en Lille (al norte de Francia) y su trabajo principal era ir a las casas de los miembros ancianos de la iglesia para leerles la Biblia. Lectores-de-la-Biblia es un grupo de trabajo de inmenso valor en una iglesia local. Si no hay un grupo así en tu iglesia ¿por qué no inicias ese ministerio? – y será una bendición increíble para todos: para ti y para los que escuchan. Sabemos esto porque la Biblia lo dice: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.” Ap.1:3

 6.- Toma la decisión de querer aprender a estar solo

Como hemos visto, en la soledad en la jubilación pueden aparecer emociones de tristeza, añoranza y hasta miedo o sentimiento de vacío. Acéptalo. Estas emociones son totalmente normales y humanas. La única manera de vivir el duelo (sea del tipo que sea) es vivirlo y dar tiempo al tiempo. Si luchas contra ello, no te ayudará. En medio del duelo “apóyate en tu Dios” (Is. 50:10). Acuérdate que en todo el sufrimiento de ellos, Él sufrió” (Is.63:9). En medio de las lágrimas ten por muy cierto que…

Él ha prometido no abandonarte nunca. Nunca.

Pero ¿cómo puedo decir al iniciar este artículo: “Si hacemos un paralelismo entre las palabras “jubilación” y “vejez” entonces la soledad es inevitable, lógica y hasta “deseable?

Es “deseable” en el sentido que implica que “nuestra redención está más cerca”. No podemos hablar de amigos/compañeros cristianos como “perdidos” – perdidos no – porque sabemos dónde están. Y también sabemos que (relativamente) “pronto” vamos a estar con ellos y con el Señor en aquella Gran Reunión – dónde el Rey dictará sentencia desde el trono “con una gran voz del cielo que dirá: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. (Ap. 21:3-4) 

Es en este sentido, MUY limitado (pero a la vez muy profundo) en que esta soledad “es deseable”. Más cerca de la llamada al cielo.

Lo desgarrador es si esta soledad es debida a la marcha del conyugue amado/a. Aunque Pablo nos dice que “no lloramos como los que no tienen esperanza” (1 Tes. 4:13), esto no significa que no lloremos. Lágrimas calientes, lágrimas amargas, lágrimas que imploran la presencia del único ser humano que podría consolarnos mucho mejor que todos los demás. No hay duda: la muerte (especialmente si es del ser tan incomparable como el conyugue) es cruel. Terriblemente cruel.

Obviamente la muerte de cualquier familiar produce dolor intenso (*): la muerte prematura de un padre/madre, o de un hijo, o de un bebé (incluido debido a un aborto espontaneo o inducido). Pero propongo que la marcha de un/a esposo/a intensamente amado/a está en una clase aparte. Como entrar en un largo túnel.

A pesar de todo lo negro y a pesar del hecho de la intensa oscuridad del túnel (que parece que no tiene fin) hay dos hechos más:

a.- Cuando el tren pasa por un túnel lo mejor no es romper el billete y bajar en medio de la oscuridad, lo preferible es confiar en el Maquinista/Conductor. Él sí ve el final y te llevará sano y salvo hasta la salida del túnel y la llegada a la estación eterna.

b.- El Conductor, a la vez, también ha prometido que está contigo en cada momento, cada instante del trayecto. Él no te abandona nunca. Y llora contigo. Te ofrece Sus brazos eternos para sostenerte y consolarte,

Hubo un ejecutivo que estaba viajando en un avión al lado de un niño de unos 7 años. De repente el avión entró en una turbulencia gigantesca. Hubo gritos de miedo por todas partes y el mismo ejecutivo, acostumbrado a muchas horas de viaje, también estaba extremadamente nervioso, pero el niño seguía jugando como si no pasara nada. El hombre logró preguntar cómo podría estar tan tranquilo y recibió la respuesta: “No hay nada para temer, mi padre es el piloto.”

El castigo de Dios a Adán y Eva por el pecado nos recuerda que el sufrimiento físico que soportamos en esta vida es temporal. A medida que aumenta la angustia de la madre y los dolores del parto se acercan más y más, también pronto terminan. Y cuando terminan, hay un nuevo bebé al que ver, una nueva vida que abrazar, un hermoso regalo del Señor. Así también terminarán nuestras penas. Asimismo, al pasar por la puerta de la muerte, todo nuestro dolor emocional y sufrimiento corporal, toda nuestra intensa pena de separación y soledad llegarán a su fin. Ya habremos llegado a la ciudad celestial. Estaremos con Cristo, lo cual es muchísimo mejor. Y en el momento de la Segunda Venida de nuestro Bendito Redentor ya disfrutaremos del todo lo que el Señor compró y tiene preparado para nosotros para toda la eternidad.

Nuestro Padre celestial entiende el dolor de nuestro corazón, profundamente herido por la separación y las pérdidas. Pero, en medio de las lágrimas, levanta la cabeza para comprender que la separación (en comparación con toda la eternidad) es solamente “momentánea” (aunque parezca “eterna”, o por lo menos sin fin). Pronto estaremos juntos otra vez para no separarnos nunca jamás, y todo lo demás que hemos perdido aquí será solo pasado y sin fuerza.

¿Quieres volver a repetir la última oración de Juan: “Amen; si, ven, Señor Jesús” y añadimos: “Ven pronto” (Ap 22:20)? ¿Quieres gritar conmigo con serenidad, entusiasmo y con una tranquila expectación: “¡¡¡MARAN-ATA”!!! (1 Co 16:22)? … es porque…

Es porque Él ha prometido nunca jamás abandonarte. Nunca.

Podemos orar algo así:

Padre amoroso, por Tu gracia nos has dado a Tu Hijo Jesús, para que podamos poner nuestra esperanza y confianza en Él. Gracias por la promesa de vida eterna y una relación contigo aquí y ahora. Gracias porque nuestra soledad es, a lo peor, solamente parcial (porque Tú estás al lado nuestro) y es solamente momentánea (porque pronto estamos contigo y con nuestros seres amados para siempre). Mientras sufrimos en este lado del Cielo, te pedimos que nos concedas paciencia y una paz que sobrepase todo entendimiento. Ayúdanos a recordar el sufrimiento corporal de nuestro Salvador por nosotros cuando experimentamos dolor en nuestros cuerpos. No eres un Dios que se aleja de la debilidad y el dolor (Is 63:9 En toda angustia de ellos Él fue angustiado, y el Ángel de Su faz los salvó; en Su amor y en Su clemencia los redimió,..”). Ayúdanos, Señor, a confiar en Ti en todas las cosas, incluso en nuestro sufrimiento y en la noche de la soledad. Gracias por Tu firme promesa: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. En el nombre de Jesús, oramos. Amén.