La Evangelización que Dios bendice

Por : José Luis González

La proclamación del Evangelio es un mandato del Señor claramente establecido. La Iglesia existe con la misión de proclamar al mundo la Verdad del Evangelio. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15): un mandato que no debe ser olvidado. Sin embargo, es fácil olvidarlo, o sustituirlo por otros programas de mayor popularidad, que resultan más agradables al ser humano porque no lo confrontan con su verdadera situación. La evangelización que Dios bendice necesariamente ha de estar sumergida en la oración y saturada de la Palabra de Dios, la única que “puede hacer sabio para salvación” (2 Timoteo 3:15). Cristo, los apóstoles, y los creyentes del primer siglo evangelizaron siempre proclamando y exponiendo toda la verdad del Evangelio, y Dios bendecía abundantemente esta proclamación de Su palabra.

Tomando como base Colosenses 4:2-4, podemos decir que la evangelización que Dios bendice, goza de cuatro características de primerísima importancia, las cuales necesitamos tener bien presentes, puesto que son el principal y único objeto de la presente reflexión.

Veamos pues, antes de continuar el texto bíblico.

Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar. Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo”.

  1. La evangelización que Dios bendice ha de estar impregnada de oración

Versículos 2-3a: Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra”.

Lo primero que llama la atención se debe a que la evangelización que Dios bendice comienza orando. Dios nos manda orar por los que predican el Evangelio y por los quienes han de oírlo.

  1. Orando por los que predican el Evangelio

Perseverad…, orando también al mismo tiempo por nosotros”.

Orando también al mismo tiempo por nosotros” es, sin duda, una referencia al apóstol Pablo y sus colaboradores, algunos de los cuales mencionará en los saludos finales de su carta. Evidentemente, el Evangelio, era proclamado por los apóstoles y sus colaboradores, que eran muchos, según observamos en el Nuevo Testamento.

Pablo sabe que “el tesoro del Evangelio está en vasos de barro” y ruega a los colosenses que oren por ellos. Este ruego es una constante vital en el ministerio del apóstol Pablo; constantemente siente la necesidad de ser apoyado por las oraciones de los creyentes, y les pide que oren por él (Romanos 15:30; Efesios 6:19; 2 Tesalonicenses 3:1). No está pensando en sus necesidades físicas o materiales. No ruega que lo libren de la cárcel, o de alguna enfermedad, o de alguno de los muchos peligros a los que estaba expuesto. Ruega que oren por él, “para que el Señor nos abra puerta para la palabra”

¡Cuán importante y necesario es este ministerio de orar por los que proclaman el Evangelio! No debiéramos olvidarnos nunca de los siervos de Dios que predican el evangelio, si queremos que Dios bendiga la proclamación del Evangelio. Cuan bueno y necesario es recordar que la evangelización que Dios bendice, comienza orando por los que proclaman el Evangelio: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros”.

  1. Orando por los que han de oír el Evangelio

Versículo 3: Orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra”

¿Qué puertas pide Pablo que se abran? ¿Estará pensando en su encarcelamiento? ¿Estará pidiendo que se abran las puertas de la cárcel, como se abrieron cuando él y Silas estaban encarcelados en Filipos? (Hechos 16:11-34). No. Cuando Pablo pide que oren por él, está pensando en los que han de oír el evangelio por medio de su predicación, “para que el Señor nos abra puerta para la palabra”. Lo que Pablo pide es que ya sea que se encuentre en la cárcel o en libertad, el Señor le provea las mejores oportunidades para proclamar el Evangelio. Lo que pide Pablo no es que Dios abra las puertas de la cárcel, sino que Dios le proporcione oportunidades para proclamar el Evangelio. Éste debe ser también nuestro anhelo y oración al Señor: “Señor abre una puerta hoy, dame una persona a la que pueda proclamarle el Evangelio”.

  1. La soberanía de Dios en la Evangelización

En su petición a los hermanos de Colosas: “orando… para que el Señor nos abra puerta para la palabra”, Pablo hace constar la soberanía de Dios en la evangelización. Es Dios quién abre la puerta; no sólo la del corazón para recibir el Evangelio, sino la puerta de la oportunidad para proclamarlo. Escribiendo a los Corintios, Pablo les dice: “estaré en Éfeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios” (1ª Corintios 16:8-9) En su segunda carta, el apóstol habla también de la puerta que se abrió para él en Troas, “para predicar el Evangelio de Cristo” (2ª Corintios 2:12). Y ya al final de su primer viaje misionero, acompañado por Bernabé, al informar a la iglesia de Antioquía, les dijeron, “cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y como había abierto la puerta de la fe a los gentiles” (Hechos 14:27)

Dios es quien abre la puerta ¡soberanamente! Nosotros debemos orar sin cesar para que Dios abra las puertas, pero es Él quién las abre, conforme a Su soberana voluntad. Nuestra responsabilidad es orar, pero no está en nuestro poder el que las puertas se abran ¡Es Dios quien las abre! Esto es lo que Pablo nos muestra aquí con toda claridad. Nuestras oportunidades para predicar el Evangelio no son fruto del azar, ni de nuestra sabiduría, ni de nuestra estrategia, sino del consejo predeterminado de Dios. Él abre puertas y nadie puede cerrarlas, cierra puertas y nadie puede abrirlas (Apocalipsis 3:7). Así que, gracias a Dios porque es Él quién abre las puertas, porque si así no fuera, nadie recibiría un mensaje como el Evangelio, que humilla al hombre y lo considera pecador e incapaz de salvarse a sí mismo.

  1. La evangelización que Dios bendice tiene a Cristo como centro del mensaje

Versículo 3b: “…para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso”

Nosotros perseveramos en la oración para que Dios “abra puerta para la palabra”, y Dios soberanamente abrirá las puertas, y proporcionará las oportunidades que nosotros debemos usar para “dar a conocer el misterio de Cristo”. Ése fue siempre el anhelo de Pablo, y debe ser el nuestro también: “dar a conocer el misterio de Cristo”, “el misterio que había estado oculto desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (Colosenses1:26-27). Y no se trata de algo misterioso, que sólo puede ser conocido por mentes privilegiadas. como enseñaban los falsos maestros.

La palabra “misterio” en el lenguaje de las Escrituras no significa lo mismo que en el lenguaje popular. Un “misterio” según el diccionario, “es algo cuya causa u origen no se puede entender”, o “un secreto que sólo algunos poseen”. Sin embargo, “el misterio” del que Pablo habla aquí, no se refiere a algo que no se pueda entender, sino a algo que, habiendo estado oculto desde los siglos en las generaciones pasadas, ahora, en el Nuevo Testamento es revelado “a los santos”, a los creyentes en Cristo Jesús

Es “el misterio de Dios el Padre y de Cristo” (Colosenses 2:2), porque, aunque ya estaba presente en el plan de Dios y en las profecías; no lo estaba en la realidad. Por eso Pablo dice “que ahora ha sido manifestado…” El misterio es Cristo, “las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27) El misterio es el Evangelio de Cristo. Por eso la evangelización que Dios bendice tiene a Cristo como centro de su mensaje

Nunca deberíamos de predicar, sin que Cristo sea el centro del mensaje. Sin tener presente, que es el Señor quien abre la puerta para que sea predicada la Palabra, y que la finalidad es “dar a conocer el misterio de Cristo”; no nuestras opiniones personales. Cristo es el Evangelio, Cristo es el tema principal del Evangelio, Cristo es quien llevó a cabo la obra de la Redención por Su muerte en la cruz, para que todo aquel que en Él crea sea salvo. Cristo es el misterio revelado. Prediquemos a Cristo y sólo a Cristo, cada vez que Dios abra la puerta y nos dé la oportunidad, porque Él es el único y todo suficiente Salvador, y Él debe tener la preeminencia en todo. (Colosenses 1:15-20).

  1. La Evangelización que Dios bendice es clara y no oculta ninguno de sus contenidos

Versículo 4: “Para que lo manifieste como debo hablar”

El apóstol Pablo no solo pide a los Colosenses que oren para que Dios abra las puertas, y conceda las oportunidades para proclamar el Evangelio, sino que les pide que oren por él para que proclame el evangelio con claridad, y sin ocultar ninguno de sus contenidos; “para que lo manifieste como debo hablar”; “orad para que yo lo anuncie con claridad, como debo hacerlo” traduce la NVI. El verbo que se traduce aquí por “manifestar”, significa “hacer visible”, “hacer claro”, “expresar algo con claridad”. Y ésta es la preocupación de Pablo: que al predicar el Evangelio lo haga con absoluta claridad.

  1. La claridad es sencillez

Sencillez no significa falta de profundidad; más bien indica claridad en la profundidad; y dar testimonio de la Verdad es un aspecto muy importante de la sencillez. Es necesario que el que escucha entienda, porque se trata de predicar “el misterio de Cristo”, y aunque ese misterio ya ha sido manifestado con claridad “a sus santos”, sin embargo está velado a los ojos de los incrédulos; porque “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender” (1ª Corintios 2:14) Por eso, aunque Pablo sabe que es el Espíritu Santo quien revela a Cristo, sabe también que él tiene la responsabilidad de predicarlo con toda sencillez y claridad, de tal forma que los oyentes puedan ser confrontados con la Verdad de Dios.

  1. La claridad exige no ocultar, ni disimular, la Verdad.

La claridad al predicar el Evangelio impone la necesidad de no ocultar sus contenidos; incluso aquellos que pueden no gustar al que escucha. Paul Washer, en un vídeo que se titula: “El evangelio, la verdad más terrible de las Escrituras” y en el que expone con precisión aquellas verdades del Evangelio que a la gente no les gusta oír, y que muchas veces los predicadores, ocultamos tratando de no ofender a los oyentes, pecando así de falta de claridad en la exposición del Evangelio.

Hay verdades fundamentales en la predicación del Evangelio que no deben ser ocultadas. Por ejemplo: el pecado, el Infierno, la ira de Dios sobre el pecado y sobre el pecador (Samos 5:5; 7:11; 11:5; Romanos 1:18; 2:5). Ocultar estas verdades al proclamar el evangelio, no sólo es falta de claridad sino también de fidelidad a la Palabra de Dios. Y esta falta de claridad puede llevar a muchos a la confusión de pensar que son salvos cuando en realidad no lo son, porque no han sido confrontados con su verdadera situación de pecadores delante de Dios.

La Evangelización que Dios bendice es clara y no oculta ningún contenido de la Verdad. Hemos repetido hasta la saciedad la frase: “Dios odia el pecado, pero ama al pecador”; y si no se aclara bien la frase, este argumento puede resultar cuando menos confuso; porque si bien es cierto que Dios ama al pecador, la Biblia dice con claridad que “Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío todos los días” (Salmos 7:11). Por lo tanto, nunca debemos ocultar esta verdad.

Evidentemente, el Evangelio habla del amor de Dios, y predicar el Evangelio es proclamar el amor de Dios hacia los pecadores: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Dios ama al pecador, y lo ama tanto, que envió a Su Hijo para morir en la Cruz por ellos, con el fin de librar de la Santa y Justa ira de Dios, al pecador que, arrepentido de su pecado, pone la fe en Cristo como su único y suficiente Salvador. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). El Evangelio que Dios bendice, no oculta ninguno de sus contenidos; Cristo no lo hizo, los apóstoles tampoco, y ésa es la razón por la que el apóstol Pablo le dice a los colosenses y a nosotros también: “Orad para que yo lo anuncie con claridad, como debo hacerlo” (NVI).

  1. La Evangelización que Dios bendice está respaldada por un testimonio fiel

Versículo 5: Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.

  1. Los de afuera”

¿Quiénes son “los de afuera”? El apóstol Pablo está escribiendo a los creyentes en Colosas, y les ha pedido que oren por él para que Dios “abra puertas”, y le dé oportunidades para que él pueda predicar el Evangelio con claridad; y ahora los exhorta a que “anden sabiamente para con los de afuera”. Evidentemente, “los de afuera” es una referencia a los que no creen en Cristo. No se está refiriendo Pablo únicamente a los que estaban físicamente fuera de la congregación de Colosas, sino a los que “están fuera de Cristo”, esto es, “fuera de la salvación”. Pablo en otra ocasión se refiere a los tales como “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Efesios 2:12)

Son aquellos que no tienen a Cristo, y, por tanto, no pertenecen a la familia de Dios. Pueden estar dentro de la Iglesia físicamente, pueden cantar, pueden oír el evangelio, pueden acompañarnos en las reuniones, pero “están fuera”, porque no “están en Cristo”, sino que “están fuera del reino de Dios” y de la familia de Dios, porque no han venido a Cristo en arrepentimiento y fe. Es a éstos, a los que tenemos el privilegio, y la responsabilidad, de proclamar el Evangelio, pues nadie será salvo sin oír el evangelio, porque “la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Romanos 10:17 LBLA).

Pero a la vez, éstos están observando la conducta de los cristianos. Por eso somos llamados a “andar sabiamente para con los de afuera”. Conducirnos sabiamente tiene que ver con una vida que respeta a Dios, que reverencia a Dios, obedece a Dios. ama a Dios sobre todas las cosas y expresa el amor de Dios amando a los demás. El mensaje del Evangelio en sí tiene toda credibilidad porque procede de Dios, pero a la hora de proclamarlo, nuestra conducta juega un papel importante; porque muchos “de afuera” estarán observando si el mensaje que decimos transforma vidas, ha transformado la nuestra. Y si no es así, para ellos perderá credibilidad

La Evangelización que Dios bendice comienza con la oración, está centrada en la persona gloriosa de Cristo, es clara, y no oculta ninguno de sus contenidos. Además está respaldada por un testimonio fiel. Quiera el Señor ayudarnos a cumplir esta misión, siendo fieles heraldos de la Verdad de Dios.

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