Estrategias para evitar la soledad en el matrimonio

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Por : Josep Araguàs

INTRODUCCIÓN

En mi anterior artículo para la revista Edificación Cristiana, acerca de la “Soledad en el Matrimonio”, yo definía tal soledad como “la experiencia de vivir junto a la otra persona, de una forma que no resulta significativa, o al menos no tan significativa, ni gratificante como se hubiera esperado.”

En este presente artículo, mi propuesta es alentar a las parejas a desarrollar estrategias y ser intencionales, con la finalidad de que la soledad no se perpetúe en su dinámica de pareja y acabe así deteriorando o aun destrozando el proyecto que un día se inició con tanta convicción e ilusión.

Es una obviedad que estamos viviendo un momento difícil para las parejas de largo recorrido. La cosmovisión de la vida que impera a nuestro alrededor es que todo tiene una existencia temporal y por lo tanto con fecha de caducidad; y esta concepción vital acaba impregnando la institución del matrimonio y afectándola en su esencia.

Aquellos que creemos que el matrimonio es un vínculo que tiene vocación de perpetuidad y debe intentar mantenerse hasta el final, a menudo somos considerados como ilusos, nostálgicos o como viviendo fuera de la realidad.

Cada vez se alzan más voces, expresando que la dinámica de una pareja no debe ser algo que se perpetúe a través del tiempo. Se argumenta que la convivencia desgasta a las personas, que a lo largo de la vida se van produciendo cambios en nuestra personalidad y que por tanto, la persona que en cierto momento creímos amar, no tiene por qué seguir resultándonos atractiva ni conveniente.

Los proponentes de este amor expresado en una vivencia de pluriparejas a lo largo de la vida, no nos hablan de los devastadores procesos de duelo que deben asumirse cada vez que se rompe una relación significativa, ni de las secuelas que inevitablemente van a quedar en los hijos o en los familiares, ni de la complejidad del futuro vínculo en las nuevas relaciones.

Paradójicamente pretendiendo huir de la soledad en la pareja, nuestra sociedad está alentando modelos de pareja que pavimentan un camino de mucha soledad individual en el futuro.

Expuesto esto, tampoco podemos vivir instalados en la ingenuidad y creer que el amor se va a mantener constante y sin fluctuar a lo largo de nuestro recorrido como matrimonio, por el mero hecho de haber escogido bien a la persona con quien un día nos casamos.

Como he argumentado en alguna otra ocasión el matrimonio es lo más parecido a una carrera de fondo, en la cual, a pesar de arrancar con mucha ilusión, se torna necesario hidratarnos, cambiar de ritmo y esforzarnos para llegar a la meta con cierta dignidad.

Así mismo, a lo largo de esa carrera que supone el matrimonio, habrá momentos para la rectificación, para la renovación y para la recuperación de una perspectiva adecuada, que nos permita seguir amando hasta el final.

Junto a todo ello, nunca hay que olvidar que la carrera del matrimonio no se corre de forma individual, sino como pareja. La posibilidad de cansancio, de fatiga o de desánimo, no sólo están en mí, sino también en la otra persona que corre junto a mí. Por lo tanto, se tratará de luchar juntos, de apoyarnos mutuamente y de llegar juntos a la meta. Resistiendo así, nuestra tendencia innata al egocentrismo y a la autocompasión –todo ello altamente estimulado desde ciertos enfoques psicológicos- que nos conducen a desentendernos de la otra persona.

1.LA RENOVACIÓN DE LA VIVENCIA DEL AMOR

Pero he aquí, yo la atraeré

Y la llevaré al desierto,

Y hablaré a su corazón” Oseas 2:14

Probablemente en este texto bíblico se encuentren tres de los elementos esenciales para que la relación existente entre la pareja pueda alcanzar su sentido pleno. Estos tres elementos aportan al matrimonio sanidad incluso después de haber sufrido heridas muy duras y crecimiento a pesar del desgaste del tiempo transcurrido y las circunstancias experimentadas.

Seguramente todos los lectores estarán familiarizados con el contexto histórico desde el cual escribe el profeta Oseas. Se trata de un período espiritual, donde Israel lejos de ser fiel a su Dios, ha mostrado una divagación de corazón y una falta de lealtad al pacto con El.

Para expresar esta verdad trascendente en que se encuentra la relación entre Israel y Dios, el profeta Oseas alude a la metáfora del matrimonio. Y ello da lugar a que tengamos aquí una síntesis de cómo alguien que ama profundamente, lucha por recuperar el corazón de su amada.

De forma breve, queda reflejada en el texto bíblico, la intencionalidad, la determinación, la ternura y la esperanza de alguien que quiere renovar la vivencia del amor en su relación de pareja.

Valoremos brevemente los tres componentes esenciales en esa restauración de la relación:

a. La atracción o seducción

Ante los momentos de desencuentro en la pareja, muchas veces tomamos un rol agresivo activo (verbal o psicológicamente) y aún otras veces usamos la agresividad pasiva, tejiendo un escudo alrededor de nuestro corazón. Yo le denomino a tal proceso, bunkerización.

Lo que sorprende del texto bíblico, dado el contexto de infidelidad que se ha producido por parte de la esposa, es la ausencia de juicio, de amenazas o de violencia.

Lo que mueve el corazón del amante marido es intentar atraer de nuevo o seducir a la persona amada.

Seducir significa persuadir o atraer a alguien, con la intención de modificar de forma profunda su actitud. A veces tenemos un concepto negativo de la seducción, pero la seducción solo resulta negativa, si hay engaño o manipulación en ella.

La persona que pretende seducir desea despertar de nuevo el interés de su pareja. Y arrancar de ella, todo temor, indiferencia o frialdad.

Es como pretender remover las oscuras nubes que envuelven el corazón, para que la luz del sol se vuelva a filtrar y llegue hasta el corazón de la persona amada.

b. El momento de desierto

El desierto significaba para Israel un lugar de intimidad entre ellos y su Dios, lejos de toda presión y distracción.

Cuan necesario resulta saber recrear dichos espacios en la vida de la pareja, lejos de todo el estrés con que a menudo convivimos: esa taza de café juntos, ese paseo con las manos entrelazadas, esa cena romántica, ese pequeño gesto de amor, ese acto de servicio, esa palabra de afirmación…

Pero el significado del desierto abarca aún más contenido. El desierto era también un lugar de transformación, donde Dios había convertido a un pueblo de esclavos en una nación de personas libres, de hecho, en un pueblo especial. En el desierto, el matrimonio tiene la posibilidad de transformarse, de abandonar hábitos nocivos y redescubrirse cuan especiales son el uno para el otro.

El desierto había sido asimismo un lugar de provisión: Dios les había guiado, les había alimentado, les había protegido y les había dado grandes promesas. Asimismo, el desierto recuerda al matrimonio que hay una tierra mejor donde vivir, más allá del conflicto y del dolor.

Todo matrimonio necesita esas “experiencias de desierto”, donde se llega a ser consciente del valor de la intimidad, de cómo somos sustentados por la persona amada y de cómo se renueva la esperanza de seguir caminando juntos.

c. La conexión profunda

Uno de los grandes retos de la comunicación en la pareja, viene de cómo hablarse no sólo al oído, sino penetrar hasta el corazón de la otra persona.

Literalmente el texto habla de “hablar sobre su corazón”, de tal forma que las palabras pronunciadas quedan impresas y grabadas en él.

Se trata de ese hablar con sinceridad, con convicción y por supuesto con ternura.

Se trata de esta comunicación que nos lleva a peregrinar a los niveles más profundos de nuestro yo y el de la otra persona.

Supone algo así como si el mundo se parara y en esta burbuja formada, están solos el tú y el yo.

Es esa sensación única de sentirnos verdaderamente conocidos y entendidos, de forma plena.

2. PAUTAS PRACTICAS EN LA ERRADICACIÓN DE LA SOLEDAD

a. Afirmar el compromiso

Aunque no soy aficionado al boxeo, me gusta explicar la dinámica del matrimonio, como si de un combate de boxeo se tratara. A pesar de lo cruda que pueda resultar la pelea, lo realmente importante es no salir del cuadrilátero. Periódicamente sonará la campana y ambos púgiles irán a sus respectivos rincones para refrescarse y renovar fuerzas, antes de seguir la lucha. Pero si se salen del cuadrilátero finalizará el juego que mantenían entre los dos.

A no ser, que existan situaciones graves de infidelidad, maltrato o adicciones que no se asuman, nunca se debería “tirar la toalla” respecto a la continuidad del matrimonio, sino más bien resistir la tentación de fantasear con una ruptura o un divorcio y seguir luchando por la restauración.

Se ha demostrado que es a partir de la existencia de la fantasía, donde se empiezan a dar pasos significativos para la ruptura.

El pacto que hicimos para aceptar a la otra persona en matrimonio fue santo, solemne y trascendente. Nada ni nadie debería interponerse en el cumplimiento del mismo.

Aquello que creemos con firmeza en nuestro corazón afecta y determina finalmente nuestras conductas, nuestros sentimientos y nuestras decisiones en la vida. Y nunca debería suceder, al contrario, que nuestras emociones o circunstancias hagan fluctuar nuestras convicciones.

b. Saber priorizar

Muy relacionado con el punto anterior, existe la capacidad de saber priorizar, “allá donde se encuentra mi tesoro, está mi corazón”.

Probablemente la mayoría de los lectores estarán familiarizados con un famoso concurso que se hacía en algunos supermercados de Estados Unidos. Por sorteo, algún cliente era agraciado con un premio, que consistía en llevarse a casa, de forma gratuita, todo aquello que fuera capaz de meter en su carro de la compra, eso sí, solo contaba para ello con cinco minutos. Obviamente esto requería saber escoger productos de tamaño reducido y al mismo tiempo valiosos.

Aceptando la banalidad de este ejemplo, algo parecido sucede en la vida de todo matrimonio. Tenemos un tiempo limitado y no podemos con todo.

Priorizar significa dar la debida importancia a aquello que creemos que lo merece.

En medio de una sociedad donde constantemente se nos crean necesidades ligadas a la felicidad, especialmente el joven matrimonio deberá escoger, decidir y finalmente priorizar conjuntamente, solo aquello que realmente es necesario para seguir corriendo la carrera de fondo.

La pareja deberá encontrar un equilibrio nunca fácil entre ser esposos, padres, profesionales e individuos como tales.

Seguramente el sentir que existe en muchas parejas, es que se les demanda una presión enorme desde diversos frentes, sin que se pueda contar con el tiempo ni la energía que se requiere para luchar en todos ellos.

Se aprende –y a veces tarde-, que todo tiene un precio y nadie nos regala nada. Por ello resulta imprescindible analizar y reflexionar que implica un cambio de trabajo, un cambio de residencia, la posesión de una segunda residencia, un nuevo préstamo….

La satisfacción en la vida no está ligada a la cantidad de bienes materiales que se poseen, ni a los fabulosos viajes que se pueden realizar, ni al mantenimiento de un determinado status de vida, sino a las experiencias vividas con intensidad, junto a las personas amadas.

c. Cultivar la gratitud

Nunca me cansaré de enfatizar el poder sanador de la gratitud en nuestras vidas y en la salud de nuestro matrimonio.

La otra persona que corre junto a mí en la carrera es un regalo inmerecido como tantas otras cosas de las que nuestras vidas se llenan cada día y a lo largo de nuestra vida.

Gratitud ante Dios por la relación, pero también gratitud expresada hacia la otra persona. Todos necesitamos recibir palabras de amabilidad, de reconocimiento, de afirmación, de singularidad o de afecto.

Resulta muy terapéutico, recordar los buenos momentos vividos juntos en la pareja: como nos conocimos, que nos gustó el uno del otro, cuando fuimos padres, cuando luchamos y conseguimos alcanzar objetivos…

La gratitud es antagónica a la amargura y al resentimiento. Y nos permite recuperar la perspectiva de lo que somos en esencia, salir de nuestro estado de queja o de pesimismo y abrir un camino de cambio en la relación.

d. Nutrir la relación

Nadie adquiriría una planta preciosa para luego olvidarse de hidratarla, abonarla o podarla.

Quizás tan importante como elegir bien a la persona con quien compartimos el matrimonio, sea asimismo crecer a su lado y hacer que la relación iniciada siga creciendo y madurando hasta el final.

Es algo que muchas veces no contemplamos, pero la relación de pareja es dinámica en lugar de estática. Toda relación de pareja va a acusar un desgaste propio del tiempo, de la rutina y de las circunstancias –a veces muy difíciles- que se van atravesando.

Existen toda una serie de conductas –sin el ánimo de hacer una lista exhaustiva- destinadas a nutrir la relación y mantenerla con vitalidad.

Dedicar tiempo: Resulta tan esencial que casi es una obviedad nombrarlo en este contexto. Pero lo cierto es que ninguna relación significativa puede existir con vitalidad sin tiempo de calidad.

Los hijos siempre interfieren en la dinámica de la pareja: pasar de un sistema de dos a tres, no es fácil en absoluto. Nunca más se vuelve a estar solos.

Además, mi experiencia con matrimonios jóvenes es que a menudo les cuesta criar hijos sin sobreprotegerlos, con lo cual el matrimonio se desequilibra.

También cuesta poner límites sanos al trabajo. que ayuden a proteger la dinámica familiar-, porque eso limita las opciones de ascenso o sencillamente porque suele ser la tendencia en muchas empresas.

Pasar un chequeo anual: Como mínimo sería muy sano que todas las parejas pudieran guardar un tiempo especial cada año para estar solos y así revisar el estado de salud de su matrimonio.

Afrontar la rutina: Mantener viva la capacidad de seguir sorprendiéndonos, ilusionarnos y apasionarnos el uno con el otro.

La rutina es altamente destructiva para el matrimonio. Es inevitable, pero al mismo tiempo debemos saber confrontarla.

e. No quedar aislados

Un árbol que está solo siempre es mucho más vulnerable a las inclemencias del clima, que si forma parte de un bosque.

La tendencia al aislacionismo sobretodo en parejas jóvenes es muy grande, mayormente porque el ritmo de vida estresante en el que se entra y el uso abusivo de las nuevas tecnologías –que nos concede una sensación de falsa conectividad- no propician las relaciones personales profundas. Siempre hay gente dispuesta a chatear en las redes –a menudo amistades peligrosas-y siempre hay gente dispuesta para pasarlo bien. Pero yo estoy hablando de los necesarios vínculos que proporciona la familia, los amigos verdaderos y la comunidad de fe.

El aislacionismo nos lleva a perder la perspectiva de la realidad, a compartir indebidamente con quien no toca y finalmente a creer que aquello que nos ocurre, sólo nos sucede a nosotros o no tiene solución.

f. Hay cosas que difícilmente volverán a ser como eran antes

A menudo existe la tendencia nostálgica de añorar aquello de lo que disfrutábamos en etapas anteriores al matrimonio o incluso antes de que aparecieran los hijos.

Probablemente no podremos dedicarnos tanto al deporte o al gimnasio como lo hacíamos en etapas anteriores, ni disfrutaremos de las mismas vacaciones, ni de los mismos viajes, ni del mismo poder adquisitivo, …

Seguramente nuestro nivel de estrés se multiplicará con el matrimonio y la crianza de los hijos- Será todo un reto, compartir un espacio común y disfrutar de tiempos libres de tensión.

Tendremos que admitir que la vida se nos habrá vuelto más compleja, pero si somos capaces de visualizar la balanza existencial, llegaremos a la conclusión que el proyecto en el que estamos resulta altamente gratificante.

Que en amar y ser amado se sintetiza la esencia de la vida, que invertir en personas es el negocio más rentable que podamos realizar y que el crecimiento personal no sólo se adquiere en realizar actividades, sino contribuyendo al enriquecimiento de otras personas.

g. Mantener límites

El concepto de limite contribuye enormemente a la salud del matrimonio.

El limite es como una línea imaginaria que se traza alrededor del matrimonio. El concepto de limite conlleva aspectos físicos, emocionales, económicos y aun morales.

El limite posee la doble función de preservar la identidad del matrimonio y al mismo tiempo, protegerlo del intrusismo de personas o factores que lo pueden afectar negativamente. El límite que es trazado conjuntamente por el matrimonio le da a éste la distancia apropiada para interactuar con todo lo externo, sin riesgo.

Resulta tan negativo para el matrimonio un límite excesivamente rígido porque conduce al aislacionismo de los demás, como un límite demasiado permeable donde el matrimonio queda excesivamente expuesto. Y lo devastador para el matrimonio es, sencillamente, una carencia de límites.

Los limites sanos deben establecerse con respecto a la Familia de Origen –el corte del cordón umbilical-, con respecto a los hijos –fomentando su autonomía y no engendrando sobreprotección-, con respecto a ciertas amistades –que pueden convertirse en atracciones fatales- y por supuesto con respecto a las deudas, la tecnología o al trabajo, que pueden acabar invadiendo áreas de intimidad en el matrimonio, dañándolo seriamente.

h. Una sana nutrición espiritual

Actualmente todos poseemos una cierta cultura acerca de la sana nutrición, el valor de los ingredientes y cuales los son los mejores alimentos, para disfrutar de una buena salud física.

Al dejar este apartado en último lugar, no quisiera en absoluto desmerecer su importancia en la vida de satisfacción de un matrimonio.

Si tuviera que escoger una expresión que permitiera explicar por qué los matrimonios cristianos se parecen tanto a los que no lo son, esta expresión sería, disociación.

Disociar significa separar la esencia de nuestras convicciones con respecto a nuestras conductas.

A menudo encorsetamos nuestra espiritualidad en un armazón religioso, donde los cultos se convierten en espectáculos, las relaciones fraternales en encuentros sociales y la Palabra de Dios en un texto de referencia o de especulación.

Pero los nutrientes de la genuina fe, no siempre forman parte de nuestra dieta vital, alimentando así nuestra vida y la de nuestro matrimonio.

El amor de Dios deja de ser un paradigma acerca de cómo relacionarnos con los demás –y en especial con nuestro cónyuge-, el pacto de perpetuidad que hicimos ante Dios para amar hasta el final se transforma en una declaración de buenas intenciones y el perdón se queda en un estado emocional, perdiendo así su capacidad terapéutica profunda y posibilitando un nuevo comienzo sin resentimiento ni rencor.

Orar juntos como matrimonio, visualizar nuestro proyecto de pareja desde la cruz de Cristo y esperar un futuro radicalmente distinto, amparados en la gracia y el poder de Dios significa nutrirse genuinamente del Evangelio y construir el reino de Dios, a partir de nuestras relaciones más inmediatas para llegar hasta las más lejanas.

Al final de esta breve reflexión acerca de cómo erradicar la Soledad instalada en el Matrimonio, quisiera afirmar que sólo el amor puede sanar el dolor. El amor llega a ser como un fuerte viento que consigue arrancar las caducas hojas del dolor, permitiendo el resurgir de nuevos brotes.