Primer Editorial

Editorial publicado en enero de 1945 en la revista «EL CAMINO«

Al presentar EL CAMINO a los lectores evangélicos, lo hacemos con la naturalidad que da el conocimiento de que se hace algo útil y de provecho

Digamos, en primer lugar, que un carácter eminentemente familiar preside la presentación de esta revista; es decir, sin reserva alguna, con la certidumbre de que es recibida con el mismo sentir que es escrita. Si, familiar, porque contamos con amigos y colaboradores y, ¿cómo no?, con vuestra ayuda en oración.

El título os habla de algo que acaso nosotros no aclararíamos, al intentar definir y mostrar las razones que nos asisten para llevar a cabo esta publicación. Es EL CAMINO un nombre que nuestro Maestro y Señor se da en el capítulo XIV de San Juan, al ver vacilar a un discípulo. Había ya mostrado la senda de la Vida al decir, “¿crees esto?”, es decir, la Fe. Pero el Señor Jesús, tan misericordioso como conocedor de nuestra humana condición, aún como creyente, ensancha su proceder y se hace El mismo Camino, de manera que sus redimidos no sólo van HACIA EL, CON EL, sino que van POR EL.

¡Cuánto gozo da esta plenitud de misericordia y miras cuidadosas!

El peligro de llagar a “estar vacío de Cristo” no existe para el mundo, que ya lo está de suyo, pero si para el creyente; para nosotros; y la posibilidad de un peligro nos hace estar avisados. No queremos “vaciedad alguna”, pero, con todo, nuestra poca experiencia publicistas y las dificultades propias de los primeros pasos, libran y librarán fuerte lucha con nuestro esfuerzo y voluntad.

Recordamos con gratitud y simpatía, algunos trabajos y publicaciones periódicas llevadas a cabo por voluntariosos y experimentados creyentes, que nos han sido de provechosa guía. Son muchos los fieles que pueden juntar sus experiencias en el bien recibido con la lectura de esta clase de trabajos y bien podemos decir, que si algo pretendemos, es esto. Que sea causa de bien a todos y si por, EL CAMINO, llega alguna alma, a conocer a sus Salvador, será el galardón que de corazón deseamos. Por tanto, como discípulos y seguidores de Aquel que dijo “Sin mi nada podéis hacer”, os repetimos por creerlo necesario. Ayudadnos en oración.