Editorial

¡Y NO OS VOLVISTEIS A MÍ!

Os hice estar a diente limpio …; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová.
También os detuve la lluvia …; con todo, no os volvisteis a mí, dice Jehová.
Os herí con viento solano y con oruga;… pero nunca os volvisteis a mí, dice Jehová.
Envié contra vosotros mortandad…; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová.
Os trastorné como cuando Dios trastornó a Sodoma …; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová.
(Am.4:6-11).

¡Qué atrevimiento el de Amós! ¿Quiso decir a los israelitas del norte que, así como ellos estuvieron ocupados en ganar dinero, pasárselo bien y acumular bienes a costa de oprimir a los pobres, Dios también estaba ocupado en enviar toda esa serie de desgracias: hambre, sequía, plagas, guerra y terremoto? ¿Y qué pensamos nosotros?

Sabemos, porque hemos avanzado mucho científicamente, el origen de muchos fenómenos naturales, incluso que han sido unas mutaciones las que han hecho que algún determinado coronavirus haya dado lugar al COVID-19. Seguramente Amós, buen conocedor del campo, tendría también diversas explicaciones, basadas en el conocimiento vulgar, de algunas de estas cosas que habían sucedido a sus vecinos, pero él fue más allá y nosotros también hemos de ir más allá.

Nos ocurren muchas cosas que podríamos calificar de casuales y que producen auténticas situaciones de gran necesidad. Tendemos a rebelarnos ante el hecho de pensar que un Dios misericordioso pudiera estar en estas cosas de forma activa; pero a la vez, como creyentes, pensamos que cuanto sucede en la tierra proviene de un Dios que gobierna en el cielo. Para salir de este conflicto cognitivo unos apelan a que esa manera de pensar era propia de la mentalidad hebrea y que no hay que tenerla en cuenta, o que Dios nunca castiga; otros dicen que la Creación tiene su propia autonomía y que Dios solo actúa como ayudador en estas situaciones desgraciadas; e incluso hay aquellos que van más lejos separando el Dios del Antiguo Testamento con el Dios de Jesús.

A la vez que en las páginas de la Biblia rezuma la misericordia divina, Dios no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres (Lm.3:33), hay afirmaciones contundentes tales como: ¿Habrá algún mal en la ciudad que Jehová no haya hecho? (Am.3:6); (Yo) formo la luz y creo las tinieblas… hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová es el que hago todo esto (Is.45:7). Si decimos que Dios es soberano hemos de admitir que ejerce su soberanía sobre la historia y las experiencias del hombre. Y es gracias a ello que también podemos decir que nada podrá separarnos del amor de Cristo, la otra cara de la moneda, todo lo cual no disminuye un ápice la responsabilidad humana derivada de su libertad.

Amós discernió que, por encima de aquellos sucesos casuales, fortuitos, producto de la naturaleza o de los intereses imperialistas de las naciones vecinas había un Agente con el propósito de llamar a su pueblo a la cordura, provocarle para que clamaran a él arrepentidos: buscadme y viviréis. Y esa fue la razón de su ministerio. Su denuncia profética y el anuncio de juicio no eran fines en sí mismos sino las herramientas necesarias para instarles a que volvieran al Pacto.

La iglesia de hoy también necesita profetas, en el sentido amplio, aquellos que sean capaces de volcar la palabra de Dios sobre nuestra circunstancia y nos saquen de la comodidad.

Pero no nos valen los del “estamos en los últimos tiempos y la Biblia ya nos anunciaba estas cosas”. Tampoco los del “vamos a aprender mucho, a ser más solidarios, a vivir con más austeridad, a apreciar más la compañía de los demás”. Ni mucho menos los del “esto es un aviso que Dios está dando al mundo y la Iglesia está protegida”.

Amós denunció la crueldad de los pueblos vecinos, pero el “no os volvisteis a mí” fue una denuncia específica a Israel porque a vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra. Nuestra responsabilidad es grande y nuestras conciencias, como en los días de Amós, han de ser removidas quizás en la misma dirección. ¿No habremos adoptado un estilo de vida propio del mundo esforzándonos por las mismas cosas, viviendo con indiferencia la tragedia de los débiles y para colmo con una conciencia arropada en el “cumplimiento” religioso? El Señor llama a su pueblo al arrepentimiento en medio de una tragedia sanitaria y económica. ¡Buscadme y venceréis!