¿Quién pastorea al pastor?

La necesidad de compañía, apoyo y supervisión

Por : David Vergara

Imagen de MrsBrown en Pixabay

INTRODUCCIÓN

En las Escrituras encontramos una expresión del rey David en medio de la angustia donde reconoce su deuda con Dios mismo por su ayuda, pero también con aquellos que ha puesto a su lado. Sus palabras son: “He aquí, Dios es el que me ayuda; El Señor está con los que sostienen mi vida” (Sal. 54:4). Menos mal que David no estaba solo, él mismo escogió a un grupo de valientes que le sostuvieron en momentos donde su ánimo desfalleció: “Alabaré tu nombre, oh Yahweh, porque es bueno. Porque él me ha librado de toda angustia” (Sal. 54:7; 1 Cr. 28:1).

Del mismo modo, el propio apóstol Pablo reconoce hasta su último aliento como Cristo en Getsemaní, la necesidad de compañía y apoyo, escribiendo a Timoteo, quien paradójicamente, también necesitaba reiteradamente que le animasen como Pablo hizo hasta el final: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano … // … Procura venir pronto a verme, porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo” (2ª Ti. 4:5-6, 9-10).

El principio bíblico

Desde el principio vemos la necesidad de Adán de encontrar alguien con quien compartir todo lo que vivía. La respuesta de Dios a su anhelo se corresponde con el conocimiento íntimo del ser humano, tal y como ha sido creado a imagen y semejanza de su Hacedor: “No es bueno que el hombre esté solo, le haré ayuda idónea para él” (Gn. 2:18). En otras palabras, antes de la caída, sin relación con el pecado, el hombre ya manifiesta la necesidad de una relación social y emocional más profunda que la aprendida hasta ese momento con los animales, en la que haya compañerismo y no una soledad permanente, porque su vida está incompleta sin convivir con otros seres humanos. El ámbito comunitario refleja también que Dios no se había manifestado en soledad, sino en pluralidad, de forma trina, pero siendo uno, con aspectos de la relación en tres personas que vamos descubriendo después en las Escrituras (Gn. 1:26; Dt. 6:4).

Parafraseando estas palabras, entendemos que “no es bueno que un pastor esté solo”. De igual forma que es propio del ser humano tener una identidad con un vínculo familiar natural o sobrevenido, necesitamos “ayudas idóneas” en todos los ámbitos de la vida, independientemente del grado de interacción que pueda producirse.

Lo más importante es tener claro que, en primer lugar: “Separados de Dios, nada podemos hacer” (Jn. 15:5). Después hay que entender el resto de áreas donde reflejar la convivencia, ya sea matrimonial, familiar, eclesial, laboral, etc. En cuanto a esto, el matrimonio es una creación de diseño divino, donde el hombre y la mujer llegan a ser “uno”. En realidad, el ideal es vivir la experiencia íntima trina de Dios, para ser “uno en tres”, con Dios como nexo clave. De este modo, será más fácil de entender la unidad entre Cristo y su Iglesia, donde él es la cabeza de un solo cuerpo formado por muchos miembros (Gn. 2:24; Ef. 1:22-23).

Por todo lo cual, la necesidad de compañía, la encontraremos en Dios primeramente, y después en el resto de personas que han sido añadidas a nuestra vida, a modo de lo que Jesús declara sobre aquellas cosas materiales que podamos necesitar: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). Dios sabe lo que necesitamos, y lo más esencial, no son las cosas, sino las personas. También, en la aritmética divina, a medida que se predica el evangelio, se añaden personas salvas a su Iglesia. No solo es un misterio la conversion, sino cómo a cada iglesia local se van incorporando distintas personas que podrían haber conocido a Dios en otros lugares, pero llegan donde Dios ha querido en su soberanía para que se extienda el evangelio, a fin de vivir una vida de comunidad donde tendrán que aprender la importancia de salvaguardar la unidad (Hch. 2:41, 47; Ef. 4:1-7). Del mismo modo, la persecución hace que en los primeros siglos también nazcan iglesias de forma impredecible para los hombres y todo esto forma parte de los planes divinos. De alguna forma, los principios, se repiten en distintas esferas de nuestra vida.

La soledad como imposición.

Una desventaja propia de nuestra cultura es que desde el siglo XII en los dos concilios de Letrán, el celibato ha sido forzoso dentro del catolicismo porque se pretendía evitar la degradación del clero, sobre todo debido a un concepto erróneo del matrimonio, con funestas consecuencias como vemos continuamente en los medios de comunicación, dado que no es bueno que el hombre esté solo. Aunque con la Reforma del siglo XVI, comenzó a normalizarse el matrimonio de los pastores, la imagen e influencia del pastor que desarrolla su labor en solitario está muy arraigada, incluso en sectores evangélicos, aunque esté casado.

El liderazgo plural en el Nuevo Testamento

La labor pastoral no es exclusiva de los presbíteros de la iglesia, aunque haya situaciones más delicadas que corresponda tratar al liderazgo de la misma. Dicho de otro modo, si la visitación de una iglesia correspondiera únicamente a los pastores, entonces en iglesias con un buen número de miembros, sería una labor imposible de abarcar y totalmente agotadora.

En relación a los responsables de las iglesias locales, en el NT suele usarse la palabra “ancianos” (gr. presbyteroi) para designar sus funciones de gobierno (Hch. 15:4, 15:6, 15:22, 20:17, 1 Ti. 5:17). En la epístola a los Hebreos la connotación es “gobernantes”, pero se refiere a su labor pastoral (He. 13:17). El anciano, pastor, obispo o “gobernante”, debe ser maduro, piadoso y con una conducta ejemplar que guíe a la congregación a buenos pastos y cuide del rebaño.

Por otro lado, el pastorado es un trabajo de equipo en una función de supervisores o sobreveedores. Así, donde encontremos la palabra “prebyteroi”, se usará en plural, a excepción de las citas donde el apóstol Juan habla sobre sí mismo en 2 y 3 de Juan y en 1 Pedro 5:1. Por este motivo, vemos que en el Nuevo Testamento, en general lo normal era encontrar una pluralidad de ancianos en cada iglesia local: “Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”. “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Hch. 14:23; Tit. 1:5). De este modo, se cumplirá “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad” (Pr. 11:14).

Una distinción para entender esto son las palabras de Pablo dirigidas a los filipenses: “A todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos (episkopoi) y diáconos” (Fil 1:1). No hay un clero separado del resto, todos los hermanos de la congregación forman parte de esa unidad.

Sobre el término “angelos” que algunos identifican en el mensaje dirigido a las iglesias en Apocalipsis como líderes únicos de la iglesia, el problema es que en el resto del libro está dirigido a ángeles, y no se emplea en otros lugares para referirse a ancianos.

Dificultades actuales

No se trata de ser alarmistas, pero cada vez que se realizan encuestas sobre liderazgo especialmente en Norteamérica, aunque el contexto sea diferente, los resultados nos dejan perplejos. Por ejemplo, según un artículo del New York Times del 1 de agosto del 2010:

El 33% sintieron un burnout (síndrome de estar quemado) en los primeros cinco años de su ministerio.

El 45% de los pastores dicen que han experimentado depresiones o un burnout que les ha obligado a tomarse un tiempo indefinido de vacaciones para recuperarse.

El 57% dejarían el ministerio si pudieran hacer otra cosa.

El 75% sufren bajo estrés severo que les causa ansiedades, preocupaciones, confusión, rabia, depresión temores y comportamiento raro.

El 80% de los pastores dicen no pasar tiempo suficiente con sus esposas.

El 80% de los pastores creen que su ministerio afecta su familia negativamente.

El 90% no se sienten preparados suficientemente para el ministerio.

Cada mes, 1500 pastores dejan el ministerio por burnout, conflictos o problemas morales.

Liderazgo y estrés

Pablo Martínez escribió sobre liderazgo y estrés en la revista Andamio, diferenciando el estrés bueno del dañino. El término “stress” es acuñado por el investigador canadiense Hans Selye en 1956, quien recogió un concepto propio de la biología y medicina y que en inglés significa “peso, presión o acento”. Si apretamos algo, estamos acentuando el estrés que en sí mismo, no es negativo, pero si se mantiene en el tiempo, puede ser perjudicial. La frase básica para entenderlo la debemos a Esopo: “Si tienes el arco siempre tenso, se te romperá muy pronto”.

Algunos factores que den la voz de alarma en nosotros pueden ser la irritabilidad, alteración del sueño con pesadillas un tanto angustiosas, pérdida ocasional de memoria o concentración por la acumulación de tareas casi inabarcables, o falta de descanso que puede dar lugar al agotamiento. Normalmente la pérdida de un ser querido, sobre todo si es el cónyuge o los problemas matrimoniales como la separación o el divorcio, son las causas de mayor estrés. De hecho, como apuntábamos al principio, para cualquier ser humano es fundamental la compañía para aminorar los síntomas y disminuir esencialmente el impacto emocional. No es de extrañar que Pablo nos inste a “Sobrellevar los unos las cargas de los otros” (Gá. 6:2).

Dificultades propias del ministerio

A veces la soledad no es escogida. Faltan obreros y hermanos que tomen el relevo generacional y den un nuevo impulso a la obra de forma alarmante. Muchas congregaciones languidecen no sólo entre las AAHH, pero cuando un matrimonio joven comienza a servir, en muchas ocasiones la obra toma un nuevo empuje. Si podemos ayudar a otra iglesia local que lo necesita, será bueno ofrecernos implicando a hermanos de nuestra congregación en lo posible.

Falta de empatía o comunicación de los ancianos con la congregación y viceversa. Es preocupante que determinados temas importantes que afectan a los miembros de una congregación pueden quedar únicamente dentro del Consejo de Ancianos, incluso aunque afecten a la relación con otras iglesias, generando además mucho desgaste que resta tiempo a emplear en la congregación para la obra pastoral. Esta desatención puede generar incomprensión en los miembros. Quizá puede producirse miedo a que la congregación no autorice a los ancianos a tomar determinadas decisiones que ellos consideran imprescindibles conforme a su propio criterio.

Falta de valoración para dar confianza al liderazgo. En algunas denominaciones se celebra “el día del pastor”, pero entre las AAHH, pueden molestar situaciones así porque estamos acostumbrados a servir sabiendo que “somos siervos inútiles”. Esto puede ser muy positivo en cierto sentido como enfoque buscando la discreción con humildad. Sin embargo, los ancianos también necesitan ver gratitud y ser alentados para confirmar que la congregación está decidida a continuar sirviendo también. A veces, seguimos porque hay que seguir, pero una nota de cariño hacia el liderazgo ayuda mucho. No olvidemos que la falta de gratitud caracteriza los últimos tiempos (Ro. 1:21).

Falta de compromiso. Nuestra sociedad está acostumbrada a reclamar derechos, pero no tanto a mostrar misericordia en muchos ámbitos y esta frialdad también puede formar parte de nuestra experiencia. Si desde el liderazgo hay ilusión por comenzar determinados proyectos, pero faltan voluntarios, puede parecer un frenazo para el desarrollo de la obra del Señor que desaliente a los líderes.

El desgaste en el tiempo es normal, la rutina mal llevada puede provocar frustración. Conviene también examinarnos delante del Señor, incluyendo nuestro ministerio. A veces, un anciano puede permanecer en una iglesia local no por convicción de que Dios le llama a seguir allí, sino porque no se ha preparado una transición.

Los resultados no llegan siempre. España es un cementerio de misioneros quemados. Algunos evangelistas cifran en unos veinte años que una obra pionera se consolide y los comienzos pueden ser muy duros. La falta de arroyos nuevos en forma de iglesias locales que se abren, puede hacer que “el agua se estanque”. Hay misioneros que se devanan los sesos para saber qué informe hacer a sus misiones y pueden incorporar cosas que corresponden al esfuerzo de otros hermanos, y esto puede molestar al resto de líderes. Más de un hermano también se ha reconocido una mera marioneta en manos de misioneros siguiendo el “manual de instrucciones” que traen de su país.

El dinero puede escasear y provocar fricciones. A veces faltan recursos para pagar incluso un alquiler y los fondos pueden salir siempre de las mismas familias que no siempre atraviesan su mejor momento. No en vano, durante la pandemia por la COVID-19, no pocas iglesias cerraron por motivos económicos. Además, en relación a los obreros del Señor, éstos cuentan en muchos casos con ingresos ajustados y esto puede generar mucho estrés si lo dejan todo en las manos del Señor, pero no hay ninguna confianza al menos para pedir oración como mínimo en casos puntuales de necesidad.

Las iglesias pueden quedar ensimismadas. Hemos escuchado a ancianos decir que no invitan a predicadores al estar saturados, por si les invitan a corresponder con alguna predicación. La congregación necesita escuchar los dones que Dios ha dado a su iglesia no solo por internet, sino con una comunión real que fortalezca y amplíe la visión. En el Nuevo Testamento Pablo busca la interacción entre las iglesias que leen las mismas cartas y ayudan en las necesidades como los creyentes de Macedonia (2 Co. 9). Sus colaboradores viajan de un sitio a otro. Precisamente, uno de los peores ejemplos de liderazgo es la cerrazón de Diótrefes en su pequeño reino (3 Jn).

La necesidad de rendir cuentas

Cuando pensamos en rendir cuentas, vienen a nuestra mente reuniones de iglesia que no siempre son fáciles, a veces semejantes a las de un patio de vecinos, un tanto desordenadas. Esto se agrava si la iglesia cuenta con hermanos que tienen un perfil tendente a polemizar. Con todo, conviene ser transparentes para que Satanás no tome ventaja. En relación con las cuentas anuales, el dinero puede ser una fuente de conflictos con facilidad y la forma de evitarlo es permitir que los miembros de las iglesias locales puedan revisar cualquier ingreso y gasto que se haya generado, aún con discrepancias.

Por otro lado, determinadas decisiones de calado deberían contar con un respaldo mayoritario de la congregación, como vemos con Pablo y Bernabé informando a los hermanos en Antioquía. Esta es otra forma de rendir cuentas, previo al concilio en Jerusalén (Hch. 14:26-28). En este caso, se cumple el precepto de “estar sumisos unos a otros, revestidos de humildad” (1 P. 5:5).

Si en nuestra sociedad reclamamos que los acuerdos importantes se tomen por mayoría o unanimidad, cómo no vamos a ser más transparentes en la iglesia local.

Recursos idóneos para cuidar del liderazgo.

No hay fórmulas mágicas, pero sí es fundamental entender que, como no es bueno que estemos solos, las soluciones vendrán de Dios mismo y de aquellas personas que ha puesto a nuestro alrededor, tanto en nuestra iglesia local como fuera de ella.

El propio hogar. El anciano debe ser marido de una sola mujer (1 Ti. 3:2). En el caso de Pablo, estaba solo, por lo que entendemos que esta condición es para los casados, sin invalidar a aquellos que no lo están. Hemos conocido misioneros que se han casado cuando ya servían al Señor, y también a obreros que no lo han hecho nunca pero han tenido un ministerio fiel. La esposa tiene un papel determinante y es muy importante que sienta el llamado de su esposo y sea idónea en el ministerio cuando un anciano es reconocido, porque va a jugar un papel fundamental en el apoyo y cuidado de su esposo y viceversa, al igual que en las relaciones con la congregación. De alguna forma, se produce un cuidado mutuo cuya consejería puede ser tan beneficiosa pastoralmente como la búsqueda de otros consejeros. Es importante no descuidar la relación matrimonial y renunciar a compromisos si el arco se tensa demasiado tiempo por la ausencia del marido a causa del ministerio, para evitar fracturas y, en algunos casos, auténticos desastres. En algunas encuestas, casi un 30% de pastores reconocen haber tenido alguna aventura extraconyugal, lo cual es alarmante, pero puede ser la esposa quien tome una decisión errónea por sufrir incomprensión y soledad.

Saber delegar. Tal y como Jetro sugirió a Moisés, es imposible y poco sano que el trabajo de la iglesia local recaiga en demasía en los ancianos: “¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde?”. “No está bien lo que haces”. “No podrás hacerlo tú solo” (Ex. 18:14, 17, 18). En ocasiones, por falta de tiempo hay falta de coordinación con otros hermanos, pero finalmente esto significa que los ancianos asumirán casi todo el trabajo hasta sentir un cansancio que se podría evitar en muchos casos. Si no hay ayuda porque faltan personas, dado que se trata de la mies del Señor, hay que orar fervientemente para que envíe obreros a su mies, y tal vez parar las actividades durante un tiempo para centrarse en la oración. España necesita más obreros, la forma de salir de las crisis siempre es mirar al Señor y dejar en su soberanía que él responda. Preparar más proyectos y pedir tan solo que Dios bendiga es muy humano, pero no es la forma de edificar. Si Dios no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican (Sal. 127:1).

 

Saber descansar. El día de reposo lo necesitamos nosotros, no el Señor, pero él nos enseñó a parar para evaluar en su creación (Gn. 2:1). Centrarnos al menos un día a la semana mirando al Señor es coger de nuevo oxígeno y entender que todo lo debemos a él. Si es necesario más descanso en forma de vacaciones, habrá que hacerlo. Hay obreros que llevan años sin vacaciones, y a lo mejor toca obligarles ayudando en los gastos si es necesario. A veces, la congregación considera que estar a pleno tiempo es una jornada completa de 24 horas sin descanso, porque el domingo puede ser el día más agotador de la semana, y esto no es aprovechar adecuadamente el domingo, ni ayudar al liderazgo tampoco. Conviene revisar nuestros horarios cada cierto tiempo.

La ayuda local de los consiervos. El amor es sufrido (1 Co. 13:4), y a veces, los ancianos lo son más de la cuenta. Hay hermanos que casi por cualquier cosa piden oración, pero hay otros que sienten reservas a pedir ayuda y solo lo hacen “cuando les van a cortar las piernas”. Es necesario cierto equilibrio. Hay personas más reservadas, pero la ayuda viene de lo alto y también por medio de nuestros hermanos. Santiago da un remedio que no siempre es para vivirlo en soledad: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas (Stg. 5:13). Después se hablará del liderazgo plural: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor” (14). El aceite no sana, pero el nombre del Señor sí. En este caso, vemos una intención compartida para la que hay que ponerse de acuerdo al llamar y también deben coincidir en propósito los ancianos que acuden a la cita. Pero la debilidad es propia de todos: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oro fervientemente…” (17).

A veces pensamos que ciertos recursos sólo están a disposición de los miembros de la congregación y que los ancianos son superhombres, pero no es así. Es importante vigilar, cuidar de nosotros mismos (1 Ti. 4:14-16), y si hay que pedir ayuda, hacerlo. El pastor puede sufrir en alguna ocasión un cuadro de ansiedad y requerir ayuda de profesionales de la medicina, y no deber haber reparos en solicitarlo si es necesario.

Buscar ayuda intereclesial. Las iglesias no tienen todos los dones, pero no siempre lo reconocen. También puede haber cierto complejo con estas palabras: “Si invito a un predicador y nos congregamos pocos, para qué hacerle venir desde tan lejos”. La pregunta es si más bien, nuestro orgullo o complejos salen a relucir porque verán que pastoreamos una iglesia pequeña.

La obra es del Señor, no es nuestra. Los acianos deben cuidar de las ovejas y el gran objetivo cada año no es un manual de grandes proyectos, sino dar alimento a tiempo y a destiempo, seamos pocos o muchos. Tal y como apunta Jonathan Lamb en el número 308 de la revista Edificación Cristiana (p. 12), “parece que las Escrituras enseñan el valor de crear redes también. Por ejemplo, existía una red de congregaciones gentiles en Siria-Cilicia (Hch. 15:23) y, por otro lado, la de las iglesias en Galacia (Gá 1:2). Hubo iglesias en la provincia del Egeo-Macedonia, Acaya y Asia (Hch. 18:27; 19:21; Ro. 15:26, 16:5; 1 Co. 16:15; 1 Ts. 1:7). También hubo importantes redes de misión en Roma, con congregaciones que se reunían en casas (Ro. 16:3-16)”.

Por otro lado, si hay determinadas situaciones pastorales que no vemos claras y consideramos que sería bueno buscar consejo fuera de la iglesia local de forma discreta, ¿Por qué no hacerlo? Los dones del Señor no son únicamente para nuestro ámbito reducido.

Cuidar las disciplinas espirituales y también físicas. Chesterton decía que “La peor enfermedad espiritual es pensar que uno está bastante bien”. Timoteo debía cuidar no dejar de realizar la lectura pública de la Palabra, la exhortación y la enseñanza como un hábito necesario en la congregación (1 Ti. 4:13). Se está perdiendo leer el texto sin comentario antes de las reuniones, antes en algunas reuniones se abarcaba toda la Biblia con lectura pública en varios años. La cuestión es que con el desánimo podemos dejar de leer la palabra de Dios y orar, con lo que el Espíritu Santo, tendrá más difícil recordarnos lo que no debemos olvidar.

Leer la palabra del Señor únicamente para preparar mensajes, o sólo aquellos libros que pueden ser útiles para el ministerio que desarrollamos puede convertirse en una rutina un fría y monótona. Hay que incorporar cambios si vemos que la rutina nos come, aquellas estrategias que pueden motivarnos si estamos un tanto retraídos. Recuerdo que un predicador para cobrar ánimo, buscaba libros de una determinada temática como por ejemplo viajes, durante un tiempo, y luego cambiaba con otros asuntos. Era una forma de distracción sana también. En esto, pasear y un cierto ejercicio físico moderado, alivia tensiones, e incluso puede ser imprescindible para la salud en algunos casos.

Una palabra de reconocimiento

Conviene que los ancianos no vean sus sacrificios como algo vano. Precisamente la falta de fruto puede traer desaliento y pesimismo. Es un privilegio formar parte de la carrera del Señor. Lo que se pide de nosotros es que prosigamos a la meta, no acabar los primeros (Fil. 3:13-14). A pesar del desgaste que pueda producirse el mero hecho de mirar atrás y haber conocido a tantos hermanos comprados con la sangre de Cristo, tantas experiencias vividas que aún siendo en ocasiones difíciles, el Señor ha reconducido para traernos hasta aquí, es un motivo de gratitud al Señor y a todos los que le sirven. En palabras de Pablo: “… no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para hijos. Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Co. 12:14b-15).

Bibliografía recomendada:

Artículos:

La importancia de la pastoral del pastor. José Uwe Hutter. 1ª ponencia del seminario de teología pastoral organizado por la Alianza Evangélica Española (AEE). 8-11 mayo de 2017. Comarruga (Tarragona). Tema general: ¿Quién pastorea al pastor?

El pastor y los pastores. José M. Martínez. Junio, 2006.

http://www.pensamientocristiano.com

El stress en la vida y obra del líder cristiano. Pablo Martínez. Revista Andamio, nº IV-1992. Tema general: Liderazgo y stress.

El liderazgo plural. ¿Por qué es tan importante? Jonathan Lamb. Revista Edificación Cristiana. Nº 308, marzo-abril 2023.

Libros:

Integridad. Liderando bajo la mirada de Dios. Jonathan Lamb. Editorial Certeza Unida /Andamio Editorial/Ediciones Lámpara/Ediciones Puma. Buenos Aires, Barcelona, La Paz, Lima, 2010.

Ética ministerial. Sea un buen ministro en un mundo que no es tan bueno. Joe E. Trull y James E. Carter. Casa Bautista de Publicaciones. El Paso, EEUU. 1989.

De pastor a pastor. Cómo enfrentar los problemas del ministerio. Erwin Lutzer. Editorial Portavoz. Grand Rapids, Michigan. 1999.

El pastor como guía espiritual. Howard Rice. Editorial Portavoz. Grands Rapids, Michigan. 1998.

Liderazgo al estilo de Jesús. Curso de Formación Ministerial. Michael Youssef. CLIE. Terrassa (Barcelona). 2004.

Ministros de Jesucristo. Curso de Formación Teológica Evangélica. Tomo XI – Volumen 1: Ministerio y Homilética. Volumen 2: Pastoral. José M. Martínez. CLIE. Terrassa (Barcelona). 1977.

Un ministerio ideal. Volumen 1: El pastor – Su persona. Volumen 2: El pastor – Su mensaje. CH Spurgeon. El Estandarte de la Verdad. Impreso en Capellades (Barcelona). 1993.