“Para que sean uno, así como nosotros”

Sin duda una de las mayores declaraciones de parte de Dios que encontramos en las Escrituras es “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Jn. 17:20-23).

El Dr. Martyn Lloyd-Jones, al explicar estos versículos, decía: “Notamos que el carácter esencial de la unidad de la que habla el Señor se compara con la que existe entre el Padre y el Hijo. Es comparable también con la unidad que hay entre el Hijo y aquellos por los cuales está orando” (1). No hablamos de cualquier cosa, se trata de la unión en la Trinidad, donde hay tres personas y, un solo Dios; es decir de su esencia y donde los nacidos de nuevo, participan de su naturaleza divina. No es una cuestión de amistad, es algo con más connotaciones, tenemos un parentesco como hijos, es como una relación familiar (Jn. 1:12-13).

Más tarde el apóstol Pablo nos exhorta a andar “como es digno de la vocación con que fuimos llamados” (Ef. 4:1). La palabra “digno” tiene el significado de peso igual o equilibrado, porque a la luz de los tres primeros capítulos de la carta a los efesios donde se habla de doctrina, debemos encontrar el equilibrio con nuestra conducta y práctica ocupándonos en “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”, donde hay un Señor y un Dios y Padre, es decir, somos llamados a cuidar de la unidad, bendita realidad creada por Dios, dentro de la esfera de la Trinidad (Ef. 4:1-6).

El problema surge cuando confundimos unidad con uniformidad, al ser un solo cuerpo, todos somos miembros los unos de los otros (Ro. 12:5; 1 Co. 12:12), pero como decía Raúl Caballero Yoccou, destruir este principio por denominaciones, a causa de diferencias, es dañar el cuerpo de Cristo (2). Esto quedó demostrado en la historia del movimiento de los Hermanos en sus orígenes, cuando se produjeron las discrepancias especialmente en cuanto al gobierno de la iglesia y la venida del Señor, y así surgió una rama exclusivista desnaturalizada que es por otra parte, común en la historia de las distintas denominaciones cristianas. Casi siempre, tarde o temprano surgen voces que defienden la doctrina de la denominación como si fuese algo uniforme cuando normalmente, según decía el evangelista Benjamín Angurell, la realidad al expresar “la iglesia no quiere esto o aquello”, es que en la mayor parte de los casos debería decirse “yo quiero esto o aquello” (3)

Si algo se ha constatado durante la pandemia es que necesitamos recuperar la vivencia de ser uno y salvaguardar la unidad en el vínculo de la paz como iglesias locales. Tal vez, lo que más hemos agradecido durante estos meses ha sido encontrar cercanía y sabiduría en los hermanos con los que podíamos hablar y que nos enseñaban cómo salían adelante cuando en muchos casos no era posible reunirse físicamente. Todos hemos aprendido los unos de los otros y hemos de reconocer que los dones y capacidades de otros hermanos, nos han alentado en muchos momentos para seguir adelante, incluso reconociendo distintas diferencias al enfocar ciertos asuntos. A veces han surgido iniciativas que se han compartido en las reuniones habituales entre los ancianos o pastores de las distintas asambleas, en ocasiones han sido organizadas por la Coordinadora de Asambleas de Hermanos (COAHES), o tal vez simplemente, hemos buscado ayuda en las iglesias más cercanas independientemente de cuál haya sido su denominación. Lo cierto es que todo esto ha dado lugar a confirmar dos realidades entre otras muchas. La primera es que nos necesitamos, dando gracias al Señor por los dones que ha repartido por su Espíritu (1 Co. 12:11). En segundo lugar, en el caso del liderazgo, independientemente de la experiencia, dones o sabiduría que tengamos, hay un solo Príncipe de los pastores (1 P. 5:4), y los demás somos consiervos (Ap. 19:10; 22:9). Gracias al Señor, al menos entre las Asambleas de Hermanos no hay jerarquías, y nos sometemos los unos a los otros en el temor de Dios, ¿verdad? (Ef. 5:21).

Por todo esto, desde la mesa de redacción de Edificación Cristiana, hemos considerado que era necesario contactar con la COAHES y FONDEVÁN, para llevar a cabo un encuentro organizado conjuntamente, teniendo en cuenta que la primera concita a un buen número de Asambleas de Hermanos en España, aunque no a todas y que FONDEVÁN, históricamente tiene una reconocida y dilatada trayectoria como instrumento para el cuidado de los obreros a pleno tiempo que sirven al Señor en España. Esto se debe a que Edificación Cristiana en tres ocasiones convocó a los responsables de las Asambleas e iglesias afines para reflexionar juntos siendo de bendición, en la última en colaboración con FONDEVÁN, y posteriormente la COAHES viene convocando encuentros cada año.

Creemos que es necesario que todas las asambleas e iglesias afines nos encontremos nuevamente, sin etiquetas, independientemente de que recibamos o no E.C., colaboremos o no con FONDEVÁN, formemos parte o no de COAHES, para oír la voz de Dios estimándonos los unos a los otros porque vivimos un momento delicado. dado que). Vemos que en los últimos años hay muy pocas asambleas que hayan surgido entre nosotros, algunas incluso echando el cierre; preocupa ver que el relevo generacional no tiene la pujanza que cabría esperar tras años de buena enseñanza, pero parece que con menos impacto que en generaciones anteriores, pero también constatamos que el Espíritu Santo sigue derramando entre nosotros dones muy valiosos. Por todo ello consideramos que encontrarnos de nuevo, para vernos, dialogar, orar y reflexionar juntos en un mismo espíritu, nos va a traer una renovada vitalidad. Como decía Benjamín Angurell: “A otros dejo el recrearse en las glorias de ayer. A mí, ese ayer me sirve como punto de referencia para situarme correctamente en el hoy e impulsarme hacia ese futuro renovado, positivo y esperanzador” (4)

Notas:

  1. Unidad cristiana ¿Cuál es su base verdadera? Dr. Martyn Lloyd-Jones. Ediciones Hebrón. Argentina. 1973, pág. 14.

  1. Hermanos libres” ¿Por qué? Raúl Caballero Yoccou. DILE S.R.L. Buenos Aires. 1964, pág. 54.

  2. El altar de la unidad. Benjamín Angurell. CLIE. Terrassa. 1987, pág. 66.

  3. IBID, pág. 30.