La blasfemia contra el Espíritu Santo
Por : Andrés Birch
¿Te has preguntado alguna vez qué significa eso de la blasfemia contra el Espíritu Santo? ¿Te has preguntado si tú la podías haber cometido? ¿Puede un verdadero cristiano cometer la blasfemia contra el Espíritu Santo? ¿Qué es, según la Biblia, la blasfemia contra el Espíritu Santo?
¿Dónde en la Biblia se habla de la blasfemia contra el Espíritu Santo?
Solo hay dos pasajes de la Biblia que hablan de la blasfemia contra el Espíritu Santo: (1) Mateo 12:22-32; y (2) Marcos 3:20-30. Además, los dos pasajes son paralelos – o sea, dicen casi exactamente lo mismo.
Pero hay otros cinco pasajes o relatos de la Biblia que, aunque no hablen de la blasfemia contra el Espíritu Santo de forma explícita, es posible, o incluso probable, que sí se refieran al tema.
¿Cuáles son esos cinco pasajes o relatos bíblicos?
Lucas 11:14-23
Este pasaje de Lucas es muy parecido a los de Mateo y Marcos arriba, solo que no se habla de blasfemar contra el Espíritu Santo.
El caso de Judas Iscariote
Aunque no se diga en ninguna parte de la Biblia que Judas Iscariote cometiera la blasfemia contra el Espíritu Santo, a mí me parece que es un candidato bastante prometedor, alguien que fácilmente podía haberla cometido.
Hebreos 6:4-6
Este muy discutido pasaje de Hebreos habla de la apostasía, que se podría considerar un pecado muy parecido a la blasfemia contra el Espíritu Santo, si no el mismo pecado.
Hebreos 10:26-31
Se trata de otro pasaje de Hebreos que también describe el pecado de la apostasía.
1.ª de Juan 5:16
En este versículo de Primera de Juan el apóstol Juan habla de un «pecado de muerte», un pecado tan grave que Juan no se atreve a decir que se deba orar por la persona que lo haya podido cometer. El gran comentarista bíblico John Stott, después de considerar las tres interpretaciones más comunes de 1. de Juan 5:16, no duda en manifestar su opinión al respecto: que se refiere a la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Un análisis de Marcos 3:20-30
«Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan. Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí. Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios. Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer. Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin. Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa. De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno. Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo.»
Si te fijas, Jesús habla de la blasfemia contra el Espíritu Santo en los versículos del 28 al 30.
Pero ¿qué estaba pasando cuando Jesús dijo lo que dijo sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo? Algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén estaban diciendo que el Señor «tenía a Beelzebú» y que echaba fuera los demonios «por el príncipe de los demonios» (v. 22).
Entonces, parece lógico pensar que, dada la situación, cuando Jesús habló del grave peligro de blasfemar contra el Espíritu Santo, estaba pensando en aquellos escribas, en lo que ellos estaban diciendo y en la actitud que estaban manifestando. Eran ellos los que estaban en peligro de blasfemar contra el Espíritu Santo.
Pero ¿qué habían hecho, qué estaban haciendo, aquellos escribas para atraer sobre ellos una advertencia tan grave por parte del Señor? Pues, ¡estaban atribuyendo los exorcismos que hacía el Señor por obra del Espíritu Santo al mismísimo diablo!
Un detalle que Mateo añade al relato de Marcos hace referencia al Espíritu Santo: «Si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios» (Mt. 12:28). Y no hace falta que se diga que, efectivamente, el Señor echaba fuera los demonios por el Espíritu de Dios. ¡El reino de Dios había llegado!
Pero aquellos escribas de Jerusalén estaban poniendo todo boca abajo; lo que el Señor hacía por el Espíritu de Dios, ¡ellos se lo estaban atribuyendo a Satanás! ¡Estaban llamando las obras del Espíritu Santo obras del diablo! Estaban cometiendo la blasfemia contra el Espíritu Santo o por lo menos estaban en peligro de cometerla.
Algunas conclusiones
Aunque la blasfemia contra el Espíritu Santo esté relacionada con lo que se dice – con las palabras, con la lengua – lo que es mucho más importante es lo que refleja con respecto al corazón de la persona.
Por lo tanto, la blasfemia contra el Espíritu Santo es, fundamentalmente, un pecado del corazón, aunque a veces se manifieste en lo que se dice.
La esencia de la blasfemia contra el Espíritu Santo es distorsionar las cosas hasta tal punto de atribuir a Satanás lo que es de Dios, lo que es del Espíritu Santo.
La blasfemia contra el Espíritu Santo no es un pecado de ignorancia, sino un pecado cometido por personas que han tenido el privilegio de conocer la verdad y de conocer al Señor Jesucristo, pero que rechazan ese conocimiento.
La blasfemia contra el Espíritu Santo es el rechazo de Jesús y del evangelio, pero no de manera parcial y temporal, sino de manera total y definitiva.
La blasfemia contra el Espíritu Santo es el rechazo definitivo del testimonio del Espíritu Santo al Salvador, el Señor Jesucristo.
Es posible que exista alguna relación entre la blasfemia contra el Espíritu Santo y la apostasía (He. 6:4-6; He. 10:26-31; etc.); es posible que la apostasía sea una forma de blasfemar contra el Espíritu Santo – pero creo que sería un error decir que la blasfemia contra el Espíritu Santo y la apostasía sean exactamente iguales.
Es importante notar que fue Jesús, el que ve todo lo que hay en la mente y en el corazón de cada persona, el que dio la advertencia sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo. Aunque sea posible, en algunos casos muy concretos, sacar la conclusión de que alguien puede haber cometido la blasfemia contra el Espíritu Santo, yo diría que en circunstancias normales, aun sabiendo que existe la blasfemia contra el Espíritu Santo, deberíamos limitarnos a tomar en serio la advertencia y no intentar adivinar quién puede haber caído en ello.
La buena noticia es que es imposible para un verdadero creyente cometer la blasfemia contra el Espíritu Santo y la preocupación de haberla podido cometer es más bien un indicio de lo contrario, de no haberla cometido.