Esperanza para un mundo polarizado
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El verbo “polarizar” solía llegar a nuestro vocabulario, principalmente por las clases de Física. Cuando la luz o cualquier radiación electromagnética se restringe a un solo plano de vibración, se dice que se ha polarizado. También se polariza cuando se suministra una tensión fija a una parte de un aparato electrónico. Pero el nuevo uso del término “polarizar”, cada vez más presente entre nosotros, que aún no llega con toda su fuerza al diccionario de la RAE, pero ya es objeto de estudio y debate en las universidades y foros de pensamiento, sirve para nombrar una acción social o política: dividir a una sociedad o un grupo en dos focos o polos de opinión contrapuesta, enfrentados y extremos.
La polarización es un fenómeno cíclico que aumenta su intensidad con cada reactivación y se acelera con las altas capacidades de la tecnología para llevar mensajes más rápido y más lejos. Además, hay una relación entre polarización política y social por la gran explotación partidista que se ha hecho de esta última en el contexto español, tanto por los partidos extremos, como de los más moderados.
Si tomamos en serio lo que afirman estudios recientes, entre las causas raíz de la polarización social de España en el siglo XXI se encuentra en primer lugar el aumento notable de la desigualdad económica provocada por la crisis de 2008 y su gestión inadecuada, que alumbró al movimiento 15M. Su enfoque inicial de carácter integrador duró poco tiempo por la falta de resultados y se desvió hacia la confrontación política tradicional. La crisis de COVID-19 y lo que vino después con los ERTES favoreció aún más la polarización de los más vulnerables.
La segunda causa de controversia y polarización parece hallarse en el nacionalismo extendido a todo el país en las últimas décadas. En la España actual, el nacionalismo se ha convertido en un problema general, avivado por quienes pretenden sacar beneficio electoral del mismo. El nacionalismo español ha resurgido en respuesta al nacionalismo regional en defensa de la igualdad de los ciudadanos. La tensión entre centro y periferia se aprovecha por los partidos políticos para capitalizar el descontento social y ganar apoyos basados en sentimientos, especialmente los de extrema derecha a nivel nacional y los nacionalistas en el autonómico.
La tercera causa polarizadora en nuestro país es la inmigración, de orígenes muy diversos, centrados en América Latina y África, pero sin olvidar China, países de origen islámico y de la Europa del este. Después de varias décadas de grandes avances en adaptación y tolerancia a otras etnias y culturas, en la sociedad española persisten actitudes xenófobas y puntos de polarización muy fuertes promovidos por los partidos de ambos extremos políticos.
Además de las tres causas estructurales mencionadas, nuestro país enfrenta focos de polarización coyunturales, consecuencia del proceso de modernización en las dos últimas décadas.
La despoblación de la España rural ha provocado la capitalización de las causas rurales por la derecha, promoviendo una narrativa polarizadora al mezclar principios de identidad nacional y defensa de las tradiciones rurales. En cambio, la izquierda ha adoptado políticas contrapuestas en defensa del medio ambiente y del reino animal que han generado un nuevo frente.
La instrumentalización política de temas como el feminismo y la diversidad sexual, la promulgación y modificación de leyes controvertidas como la Ley de “Sólo Sí es Sí”, la “Ley Trans” o la “Ley del Aborto”, han afilado los discursos de odio poniendo barreras al desarrollo de políticas de estado y neutralizando en parte los supuestos avances logrados anteriormente.
No hay que olvidar el asunto de la memoria histórica. Inicialmente parecía una señal de salud democrática, pero ha acabado provocando más división entre ambos extremos ideológicos.
Todo lo anterior se difunde por los medios de comunicación y las redes sociales que, por su rápida extensión desempeñan un papel clave en facilitar la cultura de la participación activa de los individuos. Las corrientes de pensamiento divergentes utilizan estas nuevas vías para aumentar sus apoyos y, a veces aliadas con el fenómeno de la desinformación, impulsan la polarización. Y claro, los partidos se han adaptado a esta nueva plataforma mediática para difundir sus mensajes y movilizar a sus seguidores. Como contrapeso, la manipulación de la información y las emociones del público ha erosionado la confianza en estos medios.
Con este panorama social, no resulta difícil sentir un escalofrío pensando qué cantidad de polarización está permeando nuestras vidas y nuestras iglesias. Porque algo está calando.
Si somos sinceros, reconoceremos casos de polarización muy cerca nuestro. No solo en el ámbito laboral, familiar o de amistades. También entre cónyuges, hermanos en la fe, entre líderes y entre congregaciones. ¿Dejaremos que la polarización mine y debilite la unidad, el testimonio, la comunión y la gran comisión? Asumir que este problema no puede afectar a la esencia de la iglesia, a la comunión “intra” e “inter” eclesial, sería perder la primera batalla antes de entender que estamos en guerra.
Condicionar nuestras relaciones por desigualdades económicas, por amor a una patria no celestial (sea cual sea), por prejuicios de superioridad ante quienes no son como nosotros, como si nos hubiésemos ganado el lugar de nacimiento, o distanciarse de hermanos que no militan en nuestras mismas posiciones reivindicativas, políticas, ecológicas, exegéticas o de cualquier otra índole no parece lo natural en la nueva humanidad de renacidos por el Espíritu de Cristo. Menos aún apartarnos unos de otros como del peor enemigo. Al contrario, somos llamados a traer despolarización, unión, equilibrio, armonía en Cristo, quien despolarizó para siempre la relación del hombre con su Creador.
Aunque hemos visto que puede tener múltiples causas, toda polarización parte de una sola: la caída. La serpiente que habló con Eva y Adán en Edén activó la gran polarización que llamamos caída. Fue lo que volvió al ser humano el primer negacionista de la historia. Según el “sabio” criterio de los recién llegados al paraíso, la restricción del fruto del bien y del mal no era para tanto. Asesorados por el gran creador de bulos, llegaron a la conclusión de que aquel fruto no era venenoso. “No moriréis”, “seréis como dioses, conociendo el bien y el mal”. Después empezó el temor y la polarización. Se escondieron, decidieron apartarse de la vista, dejar de hablar, evitar el contacto. No estaban de acuerdo con Elohim y no quisieron ni verlo, pero el Creador tomó la iniciativa y buscó al humano separado. ¿Dónde estás tú? Preguntó con preocupación, abriendo así el más asombroso e infalible plan de re-unión.
Es posible que no estemos lejos de una fractura social aún mayor que la presente. ¿Qué será de la polarización cuando llegue la prueba? ¿Será la iglesia del Señor el edificio que aguanta, bien coordinado, creciendo para ser un templo santo en el Señor (Ef.2.21)? ¿Seremos la sal y la luz que frene la corrupción de las relaciones e ilumine un camino alternativo? ¿O la ola de polarización nos diluirá y nos apagará hasta la próxima generación?
Evangelio es esperanza para un mundo polarizado. Semilla de unidad en quien todo lo puede.