¿Cómo entiende Lucas el reino de Dios?

Imagen de Phil Coffman en Unsplash

Por Débora Rodríguez Cabaleiro

En una reunión de iglesia, alguien se levantó para ofrecer sus «dominios». Los más entendidos en informática le siguieron desde luego, los que no como yo, por el contexto, dedujimos algo así como que tenía un espacio en internet por el cual pagaba, y lo ponía a disposición de la iglesia para subir mensajes evangélicos a los que cualquiera pudiera tener acceso. Pero algunos no le entendieron en absoluto, de hecho, una señora muy mayor, representante de estos últimos, se volvió para mirarle de abajo a arriba entre incrédula y sorprendida. Su cara de «¿qué dice este hombre?» quedó muy patente. Puede que la mujer pensó que el tal se estaba excediendo en presumir de «tierras, poder, o qué: «¿que había comprado qué?, ¿unos “dominios” que ponía a disposición?, ¿había escuchado bien?” No cabía en su asombro, su cara había traslucido todo eso.

Los términos pueden llegar a tener significados que han podido variar a lo largo de la historia: pueden haber acumulado significados a lo largo de una vasta extensión de tiempo, y matizaciones según los contextos. Estas matizaciones pueden ser tan sugerentes que pueden invitar, en conjunción con otros términos, a enriquecerlos hasta, incluso, hacerlos variar alejándose de su significado primero aunque un hilo fino (o más de uno) se pueda percibir que los vincula. Así sucede con los términos “rey” y “reino” a lo largo de la Historia y del AT y NT. De ello da buena cuenta el Diccionario de Jesús y los Evangelios (1992) pp. 70-81.

Una escena inaudita

Jesús vestido con ropa del rey Herodes que él mismo le puso, pero no al modo de aquel lejano emperador que había querido dar reconocimiento a Mardoqueo (Ester 6:6-11): en absoluto. En esta escena que es única de Lucas (no aparece en ningún otro evangelio): Herodes y Jesús frente a frente vestidos los dos con una vestimenta real (23:11). ¿Qué vio Herodes? A alguien ridículo, se mofó. Le quedaban grandes sus ropas, y no porque fuera de distinta complexión sino porque Jesús se había “abajado» (23:9; Is. 53:7; Fl. 2:7). Jesús no había venido a competir por el dominio del poder político-religioso al modo humano del momento. Por eso, Herodes no vio en Jesús rival, ni tampoco Pilatos: el veredicto fue «inocente» (23:14). Así lo interpreta Pilatos cuando ve a Jesús de nuevo de vuelta vestido con espléndida ropa de Herodes. Llegado a este punto estuvieron de acuerdo Herodes y él: Jesús no les iba a mover la silla, sus cargos estaban asegurados. Podían brindar por mutua vida en el poder (23:12).

Mesías político

Otro grupo estaba también presente: las autoridades judías (religiosas a la vez que políticas) que decididamente acusaban a Jesús delante de las romanas (23:10). El término “rey” es protagonista en sus labios (Lc.23:2).1

Ante tal término, ¿entendían todos lo mismo? Herodes y Pilatos desde luego parece que, frente a las autoridades judías que lo habían usado a su conveniencia, le dieron valor superficial (23:14 y 15), no tenía para ellos el significado oculto que sí podía tener para las autoridades religiosas judías y que no quisieron reconocer (23:35-39), esto es, puede que considerasen peligroso que Jesús se erigiera Mesías político, es decir, un liberador de Israel frente a los romanos y no querían problemas. Y, después de todo, tampoco era fácil discernir el significado de los dichos y hechos de Jesús que lo conformaban a la manera de otro tipo de Mesías que aún pudiera que les pareciera peor.2

Mesías davídico

Lucas al principio de su primer libro presenta “el reino” por boca del ángel Gabriel ante María profetizando acerca del que le nacería:

”Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” (Lc.1:31-33)

Nosotros lectores de Lucas quizás no somos el aventajado Teófilo, a quien Lucas dedica su carta-evangelio y libro de Hechos, para captar la referencia al “trono de David” tan sugerente de significados en el principio del evangelio (Lc. 1:32): El sentido regio solo se volverá a recoger cuando Jesús haya muerto, y cuando resucitado les enseñe acerca del mismo a sus discípulos (24: 16-27, 49, Hch. 1:3), para luego ascender al cielo: que reaparezca al principio de la segunda parte al evangelio de Lucas (Hch. 1:3); y que terminando también vuelva a ser señalado (Hch. 28:31), determina que el tema de “el reino” es intencionado, por supuesto en Lucas: insuperable la cantidad de referencias, y no sólo sino también en el resto de sinópticos, Mateo y Marcos, y, significativamente, al principio y al final en Hechos.3

La profecía cumpliéndose en Jesús: “Dios le dará el trono de David su padre y reinará” está latente a lo largo del evangelio y del libro de Hechos. ¿De qué modo?4 Se deduce su significado cuando Jesús usa el término en medio de bienaventuranzas y de parábolas, y el que Lucas a su vez deja traslucir al relatar la historia de Jesús.

En ninguno de los evangelios aparece una definición5 sino que su significado se tiene que entrever. De ahí que los eruditos incluso hacen por diferenciar lo que los evangelistas querían resaltar de lo que el mismo Jesús realmente quería decir con la palabra “reino” para concluir que en el caso de Lucas confluyen:

El término “reino” aparece en Lucas nada menos que cuarenta y seis veces en labios de Jesús, excepto tres veces (Lc. 1:33, 4:5, 19:11); será entonces que hay que prestar atención a qué quería decir Jesús con tal palabra a través del contenido de su predicación y de sus hechos.6

Modo en que Lucas pone de relieve que Jesús encarna “el reino”

Mateo y Marcos, al principio, antes de desgranar la actividad itinerante de Jesús, la resumen en Mc. 1:14-15: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado7; arrepentíos, y creed en el evangelio.”; y en Mt 4:23: ”Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”. En cambio, Lucas hace clave una escena anteponiéndola a todo: En la sinagoga de su ciudad natal, Jesús se levanta y lee una profecía en Isaías 61: 1 y 2 (obvia “el día de la venganza de nuestro Dios”). Todos los ojos fijos en él, y dice Lucas que Jesús les aclara: “Hoy se ha cumplido delante de vosotros esta Escritura”. Parece que Lucas al registrarlo de tal modo quiere que prevalezca el paralelo entre “ungido” juntamente con la profecía cumplida en Jesús y la declaración “el reino de Dios se ha acercado”.8 La profecía de Isaías pone de relieve el granado de hechos magníficos en los que se ha de traducir que el anuncio del evangelio del reino de Dios se está cumpliendo en Jesús en su itinerario por las ciudades: hará lo que dice (decir y hacer en Jesús es una sola cosa)9. En Nazaret, unos se maravillan (4:22) y otros se oponen, pero en resumen rechazan a Jesús10 (4: 23-29). Jesús ante el rechazo, especialmente en los versículos 25-27, parece decir que “beneficiará a los extraños a través de su ministerio” (Nolland, p.90), por una parte. Y por otra, la oposición constante de los líderes y autoridades religiosas va a más a medida que Jesús avanza hacia Jerusalén (dos temas del autor Lucas que desarrolla en el evangelio y libro de Hechos: El del rechazo de las autoridades judías ante Jesús y, por tanto, subsiguiente expansión de su reino a los gentiles)

Momento clave que evidencia que el mismo Jesús es consciente de encarnar el reino en su persona

Lucas quiere que empecemos el viaje de Jesús desde su ciudad natal, lugar de origen, para luego pasar por Galilea, Samaria y demás pueblos de los contornos, hasta llegar a Judea, concretamente a Jerusalén (momento del acontecimiento culmen y donde el evangelio concluye, y a partir de donde el libro de los Hechos se inicia). Lucas hace el mismo resumen del comienzo que los otros evangelistas hacen (Mc. 1:15, Mt. 4.17), pero más tarde y de una manera que parece casual dice por primera vez “reino de Dios” omitiendo lo que los otros cuando asocian “reino” a “engiken” (“se ha acercado”): ”Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lc. 4.43).

El reino ha empezado

Juan es el “mayor de los profetas”, dice Jesús, pero también dice que “aún el menor en el reino de Dios es mayor que él”. Hay un antes y un después de Juan. Juan cierra una era. Jesús abre otra.11 Pero la antigua no se cierra definitivamente, Jesús lo dice así: “un buen padre saca del baúl cosas viejas y nuevas”; Jesús echa mano de lo antiguo para que entiendan que para comprender su ser y ministerio se necesita de claves que él mismo revela para que despierten a esta nueva era pues no todo empieza de cero: cuando, por ejemplo, Jesús toma las palabras de Juan que son tema recurrente en los profetas: la llamada al arrepentimiento, pone de relieve con intención quiénes contestan al llamado Mt. 21:32, “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.”, Lc. 3:12, “Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿Qué haremos?”, Lc 7:29, ”Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.” El rechazo de unos, de los religiosos judíos, abre el reino a otros: a los desechados de los religiosos judíos12.

Lo que hace tan diferente a Jesús respecto a Juan

Juan consciente de la diferencia entre ellos manda a sus discípulos que lo constaten con una pregunta directa: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? “El que había de venir” (Lc. 7:19): Jesús contesta lo mismo que lo que había leído en la sinagoga señalándose a sí mismo como cumplimiento (Lc. 4/Is 61): sus mismos hechos lo respaldan: “Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” Lc. 7:2213

El que había de venir

El que había de venir” equivale a Mesías en clave profética en línea con la dinastía de David, y que recoge Isaías: Cabe a estas alturas recordar que la monarquía había desaparecido con el exilio de Israel, con lo cual la profecía de un sucesor a David por siempre solo tenía sentido en clave espiritual. Aunque no del todo, alguien surgiría de parte de Dios que reuniese en sí mismo toda la esencia de Dios para gobernar a su pueblo sacándolo de la esclavitud.14 Así lo leían los apocalípticos, como Daniel y Ezequiel entre ellos: Daniel 7:13-14, 18, 22, 27: Jesús se lo confirma a Juan: que Él es el cumplimiento de esa profecía con su enseñanza de palabra y hechos. Juan no puede por menos que reconocer a Jesús: Jn 3:27-31 Jesús es las buenas noticias, la vida, el reino.15

Ambivalencia

Así a todo, Lucas (porque así se muestra el mismo Jesús) juega con la ambivalencia al dejar constancia de cuán difícil parece que es reconocer que en Jesús se cumple la profecía davídica, o sea, en su sentido regio, en el transcurso del evangelio. Parece que Lucas mantiene la línea profética de gloria escondida hasta el final (aunque está de trasfondo): en realidad en el evangelio la que prevalece es otra que tiene que ver con la profética mosaica (Lucas 7): el Mesías cumple con las dos líneas pero el énfasis es distinto: ya sea en el evangelio, ya en el libro de Hechos siempre una está latente mientras la otra se pone de relieve: en Lucas, la que prevalece es la profecía mosaica; en Hechos, la davídica.

Es significativo el ocultamiento en el evangelio de que la profecía davídica se cumplía en Jesús en cuanto a su reinado y que el mismo Jesús quiso ocultar16, al tiempo que se pone de relieve el otro cumplimiento de la profecía mosaica que en definitiva el evangelio de Lucas quiere destacar.

Mesías-siervo

El ocultamiento que Lucas constata evidente del mesías-Rey que se plasma en su evangelio se traduce en que, aunque a todas luces lo es también, hay otro concepto de mesías que él cumple también y quiere destacar ya que en él no se piensa y sorprende a todos: el mesías-siervo-sufriente. Definitivamente, tiene unas consecuencias prácticas que Lucas hace resaltar: Jesús encarnando a aquel que Moisés profetizó: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis” Dt 18:15 (Hch. 7:37).

En el bautismo, Lucas identifica a Jesús con el libertador Moisés cuando deja constancia de la frase “en Ti me he complacido” que remite al Siervo de Yahvé de Is. 42:1; se le identifica con el enviado profético ungido con el Espíritu “para conducir al pueblo a un nuevo éxodo”.

La referencia a un Moisés escatológico quedará más evidente en Hechos (3: 22-25, y 7:17-37); ahora bien, en el evangelio ya desde el principio se muestra claro que lo es por la referencia al salmo de investidura real (2: 7), presente cuando el Padre dice: “Mi hijo eres tú”, y “he puesto mi Espíritu sobre él”.

Hay autoridad en Jesús que las autoridades religioso-político judías del momento no le quisieron o no pudieron reconocer (Lc. 4:32, Mt. 7: 29; Mc. 1.22). Lucas deja pistas que indican la intención de Jesús de oscurecer17 su mesianismo. Era difícil encajar las expectativas de un mesías regio davídico con uno que conllevase que lo mataran de forma cruenta. Jesús es consciente de encarnar al mesías que muere cuando lo anuncia en Lc. 9.21, 9: 44; 18: 31-33. Es autoconsciente de su mesianismo davídico y mosaico, pero este último es el más rompedor y escandaloso: que encarne al siervo sufriente de Isaías 42, quien se solidariza con los oprimidos de Isaías 53, como hijo de hombre de Daniel 17: 13-14 que salva sin usar la violencia.

Conclusión

El reino es un término predominante en los sinópticos, y porque es esencial en la boca de Jesús.

Jesús es el cumplimiento del reino como Mesías davídico. Hay pistas evidentes de que sí, pero hay otras que despistan.

Las pistas despistantes son que en la persona de Jesús también se cumple la profecía del mesías mosaico.

Esta línea de cumplimiento del mesías mosaico en Jesús lo explica el propio Jesús a los que serán sus testigos de su vida y obra, muerte y resurrección, antes de su ascensión al cielo.

Jesús cumpliendo la profecía de Moisés lo hace cumpliendo el reino en su persona, esto es, su vida y muerte va de la mano de ser mesías-siervo-sufriente y mesías davídico.

Lo que de gloria podría tener esto segundo, queda oscurecido por la relevancia del cumplimiento de las Escritura de lo primero, mesías-sufriente, tema protagonista en el evangelio.

En Hechos, el tema de los testigos cuando dan fe de la vida y obra y de la muerte y de la resurrección de Jesús a los oyentes judíos es aquello que Jesús resucitado les enseñó antes de ascender: que él como Mesías cumplía las Escrituras muriendo asesinado en la cruz, fue consciente que ello ocurriría; así había sucedido con los profetas de Dios en el transcurso de la historia de Israel por su mismo pueblo.

En Hechos toma cuerpo la profecía davídica al tomar relevancia que Jesús es eterno rey que al hacerse hombre cumplió las Escrituras, y resucitado, al lado del Padre, les guía a los que le siguen a través de su Espíritu.

Las predicaciones de los apóstoles fundamentalmente a los judíos en Hechos tienen un contenido primordial de mostrar que Jesús cumple las Escrituras como mesías sufriente.

Este contenido tiene una consecuente implicación del oyente obediente a Jesús: identificarse con los sufrientes quienes quiera que sean, para revertir su situación siguiendo el ejemplo de Jesús cuya característica principal le llevó a la muerte desde un punto de vista humano: compartir mesa con los pecadores

Conclusión personal

Dios nos sorprende porque cuando volvemos nuestra mirada a él, él ya nos ha salido al camino, ya vino corriendo a nuestro encuentro, la compasión ya está en él antes que nosotros expresemos nuestra necesidad de él (Lc. 15:20). Su amor es que él se acercó primero. No quedó sentado esperando reconocimiento digno de un poderoso creador glorioso y santo, vino para estar con y junto a los desechados a los márgenes del camino sin condicionamientos previos, quien quería estar con él, lo estaba, sin importar que eran pecadores. Él los invitaba a la mesa, y se dejaba invitar por ellos, había un desbordamiento de amor tan grande hacia ellos, que sedientos de amor se dejaban empapar por él. No los etiquetaba de publicanos, pecadores, rameras, impuros, gentiles, samaritanos, pobres; eran personas dignas. Dios a través de su Hijo les traía dignidad. La dignidad futura en los cielos se ha hecho presente, se ha acercado18. El reino de Dios está formado sólo por “niños”19 que oyen a Jesús y descansan en sus palabras “venid a mí los trabajados y cargados que yo os haré descansar”. Cuando autoconscientes de ser hijos pensamos que estamos en el reino de Dios gracias a su Hijo, podemos caer en la tentación de querer reflejar la “gloria” de Dios y hacer como aquellos religioso-políticos judíos de la época creando “clases”: los justos dentro del “gueto” señalando al resto del mundo los pecados y así vernos todavía más justos y de tal modo que no nos mezclamos, ¡no vaya a ser que se nos peguen!20 Jesús compartió mesa con todos los sucios pecadores, porque su amor no podía dejar de ser, y aun entregando su espíritu decía al Padre: “perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23.34). Uno no puede ser como el Maestro-siervo-sufriente si no va acompañando en el camino a los que por él van, quienes quiera que sean, para apuntar a que el Camino es Jesús, no nuestras peculiares formas de entender la religión21.

NOTAS

  1. Dennis c. Duling, Kingdom of God, Kingdom of Heaven, Anchor, p. 58 “Rey, basileus, ocurre en el evangelio once veces y en Hechos veinte. La mayoría de las referencias son a reyes terrenales. Jesús es llamado “rey” en cargos falsos (Lc. 23: 2-3; Hch. 17:7), en contextos de mofa (Lc. 23:37, 38), o como aclamación de la multitudes de Jerusalén (Lc. 19.38).”

  2. Dictionary of Jesus and Gospels, 1992, p. 74 “Jesús, como parece probable por la inscripción que pusieron los romanos sobre la cruz (Mc. 15:26), fue sentenciado por la acusación de pretender ser el mesías-rey de Israel, y aunque esta pretensión no se halla formulada en boca de Jesús, se puede presumir que la conducta de Jesús dio pie a esta acusación.”

  3. Dennis c. Duling, Kingdom of God, Kingdom of Heaven, Anchor, p.58 Lucas y Hechos dicen que Jesús desciende del rey David y que, a través de la resurrección y exaltación, es el recipiente de las promesas reales de David y sus hijos (Lc. 1:32; 3.31; Hch. 2:30; 13:22-23; 33-40)

  4. Un punto esencial sobre el Reino de Dios en el evangelio es la rotunda dicotomía entre Reino de Dios y monarquía política nacional, la diferenciación entre la soberanía divina y la delegación de su ejercicio en el Jesús exaltado que ya presenta Hechos (Avelino Martínez).

  5. Tampoco se encuentran definiciones de otros conceptos teológicos muy relevantes en la teología cristiana; pero ello indica fundamentalmente que el marco no es una cultura occidental (heredera de métodos discursivos de corte conceptual y silogístico), sino de una cultura “narrativa”, construida sobre imágenes, símbolos, comparaciones, etc. Es a partir de éstas como debe derivarse una “definición”.

  6. Dictionary of Jesus and the Gospels, 1992, p. 74 “Más bien fue Jesús mismo quien entendió sus curaciones de enfermos, sus expulsiones de demonios y el anuncio del evangelio a los pobres como cumplimiento de las profecías de Isaías (Is. 29.18s; 35.6s; 61:1s) y, según eso, como acontecimientos mesiánicos (Mt. 11:2 ss; Lc. 4.16-26). Asimismo sus dos actuaciones en los últimos días en Jerusalén (Mc. 11.1-10) y la purificación del templo con la expulsión de los mercaderes (Mc. 11: 15-19), dejan bien claro que Jesús se consideraba como el que cumplía las predicaciones mesiánicas.”

  7. Ib. p.77 La frase “el reino de Dios se ha acercado” ha dado lugar a diferentes posiciones de la escatología: consecuente, inaugurada y realizada. Para los de la cronología apocalíptica consecuente (Weiss), solo se veía a Jesús desde su nacimiento y su resurrección como el Mesías que vino como tal, y se interpretó su referencia futura de visión apocalíptica de un nuevo orden cósmico y de nuevo comienzo como un cabo suelto. La que enfatizaba como ya realizada como que Jesús cumplía en sí mismo la predicción del reino (Dodd): La del “cabo suelto» más la de la realizada dio en una nueva propuesta más completa por nuevos estudiosos: La cronología apocalíptica inaugurada. La clara referencia de que Jesús sí predicaba una apocalíptica rompedora con lo anterior para una nueva restauración de las cosas en novedad, unido a que decía que ya se había iniciado con su venida dio, la combinación de ambos énfasis, en lo que se dio en llamar el “ya pero todavía no”. Esto es, en el transcurso del tiempo cuando reinaba el mal, se advierte el advenimiento del Mesías; cuando nace comienza pero no se hace del todo evidente a los ojos de todo el mundo hasta cuando vuelva por segunda vez en pleno poder. Muchos eruditos tratan de ponerlo en claro con diferentes explicaciones y palabras.

  1. John Nolland, Lucas, p. 86 “…es probable que el autor piense tanto en términos proféticos como mesiánicos (cf, Tiede, Prophesy and History, 46), si bien lo que predomina en la perícopa posterior es la idea profética. En cualquier caso, el acento se pone sobre Jesús como ungido por el Espíritu (van Unnik, NTS 8 (1961-62) 113-1). La figura de Isaías 61 no se limita meramente a proclamar la salvación, sino que la trae (…) en Lucas por la inserción de Is. 58:6, el tiempo de la salvación llega con el anuncio.”

  2. Ib. p. 87 “El Jesús de Lucas no es un reformador social y no se enfrenta de una manera prioritaria a la estructura política de su mundo, pero está profundamente preocupado con las necesidades literales físicas, de los hombres (Hechos 10:38), tanto como de sus necesidades directamente espirituales.”

  3. Ib. p. 92 “(Jesús) Responde como uno que ha sido claramente rechazado e interpreta ese rechazo como el sino que aguarda al profeta: la suerte que corre el profeta es la de ser rechazado por aquellos a quienes es enviado (cf. 6:23, 11:47, 48-50; 13.33-34; 20:9-19; Hechos 7.52; 28:25). El rechazo en Nazaret prepara el terreno y justifica el rechazo en Jerusalén: el rechazo por parte de los judíos no desacredita a Jesús.”

  4. Evangelio y reino de Dios, 1995, p. 48 “El famoso logion recogido por Mateo y por Lucas sobre el más pequeño en el reino que es mayor que Juan Bautista (Lc. 7:28; Mt. 11:11) es más fácil de interpretar en Lucas que en Mateo. Para Lucas, Juan termina su misión antes del tiempo del reino. Los hombres de Herodes lo hacen encarcelar antes de que Jesús reciba el Espíritu en el Jordán (Lc. 3.19.20). Pertenece al período histórico de la ley y los profetas, tan solo después de su arresto se empieza a anunciar el reino de Dios (Lc. 16:16).”

  5. Este es un aspecto muy relevante que convendría subrayar: el Reino según Jesús tiene cabida para todos, incluyendo los que la ortodoxia religiosa proscribía (publicanos, pecadores, leprosos, endemoniados, gentiles…). Aunque no lo destaco mucho aquí, lo subrayo mucho más en mi final “conclusión personal”

  6. Dictionary of Jesus and the Gospels, 1992, p. 75 “…en su contestación al Bautista, Jesús no responde con una afirmación directa y clara de su realeza mesiánica, sino que lo hace indirectamente aludiendo al cumplimiento de las profecías mesiánicas de una manera velada que sólo podían comprender los oyentes que ya creían (Mt. 11:5). Respecto a la humilde condición del mesías-Rey-Jesús, los hechos mesiánicos visibles de Jesús son, para los profanos, ambiguos. En el hecho de que Jesús se hubiese considerado de esta manera tan encubierta, como el rey de los judíos y el mesías de su pueblo, consiste su “secreto mesiánico”.”

  7. Ib. p. 71 “ … la concepción del reino de Yahvé sólo se puede entender en el contexto del reino israelita (…) A la teología judía sobre el rey _a diferencia de la realeza divina natural de Egipto-pertenecía también la adopción del soberano como hijo de Yahvé, que se celebraba el día de la entronización y que se canta en los salmos reales (p. Ej. 2:7; 45.7; 110.1). Sin embargo, cuanto menos correspondía la realidad histórica de los reyes judíos a las predicaciones de la teología del rey, con tanta mayor fuerza se fue desarrollando la esperanza en un rey mesiánico al final de los tiempos, el cual debía adecuarse definitivamente a la promesa de Natán y a las concepciones acerca del rey asociadas con ella (cf. Gn. 49. 8-12, Amós 9: 11-15) Especialmente el profeta judío Isaías que se aproximaba a la teología del rey, espera un retoño de David que inaugurará un nuevo eón de la justicia y de la paz paradisíaca (Is. 11.1-9; 9. 1-6; cf. asimismo las profecías mesiánicas de Mi 5: 1ss; Jer. 23:5s; Ez. 17: 22ss)”

  1. Ib. p.80 “…la equiparación entre “el reino de Dios” y el “de Jesucristo” como el resultado del paso de la cristología implícita a la explícita. Ellas revelan a las claras que en la comunidad primitiva, la predicación del reino de Dios por parte de Jesús tal vez no se vio desbancada por la predicación de Jesucristo. Más bien, la cristología post-pascual, en la cual Cristo ocupa el centro del kerigma, viene a ser como el paso de la conciencia de que el reino de Dios solo se hace presente en la persona de Jesucristo. Porque el reino se halla asociado a la persona de Jesús, la buena noticia del alborear del reino de Dios en boca de Jesús después de la Pascua se convierte en el evangelio de Jesucristo y en la predicación de su reino.”

  2. Solo en dos parábolas Lucas se refiere al Reino de forma concreta (Lc. 13:18-21) para dar respuesta a una pregunta: ¿Cuán oculto está el Reino? Jesús indica que parece oculto por su apariencia minúscula inicial, pero anuncia un futuro magnífico y fructífero

  3. 17 Precisamente, en contraste con el acento de Lucas en ese mesianismo davídico; es notable la insistencia de Jesús en presentarse como el Hijo del Hombre, que se relaciona entre otros aspectos con su carácter sufriente de su mesiazgo (Lc. 9:22)

  4. Dictionary of Jesus and the Gospels, p. 76 “Aunque para Jesús la realización del reinado de Dios radica en el futuro, sin embargo para él ese futuro, en su apremiante proximidad proyecta ya su sombra sobre el presente (Mt. 12.28). El derrocamiento de Satanás esperado en el judaísmo para el final de los tiempos (St.-B I, 167s), ha ocurrido ya (Lc. 10:18); el reinado de Dios es ya, en la operatividad de Jesús, una realidad efectiva”,

  5. Ibid., p.78, “…el reino de Dios es un don de Dios (Lc. 12.32), se comunica de forma testamentaria (Lc 22:29), corresponde, el que el hombre sólo lo pueda recibir como un niño (Mc. 10: 15 par), que sólo lo puede esperar (Mc. 15. 43 par)”

  6. Lucas Magnin, 95 tesis para la nueva generación, Manifiesto de espiritualidad y reforma a la sombra de Lutero, Editorial CLIE, 2022

“Muchos creyentes y comunidades cristianas se jactan de no imitar las conductas ni las costumbres de este mundo (Rom. 12:2). Son analistas puntillosos de los hábitos culturales y escanean con fervor puritano cualquier indicio de mundanalidad para evitar que se propague. Quieren “sacar el mundo” de la Iglesia” y lo encuentran infiltrado por doquier: en la música que escuchan los más jóvenes, en sus tatuajes, en la ropa de moda, en lugares asociados con cierta moralidad, en las producciones culturales que “son del diablo”, en particularidades morales y de costumbres o en el hecho de que algunos sermones se refieran a problemáticas sociales, económicas y políticas. No dejan que entren en la Iglesia bajo ningún concepto todas esas “cosas del mundo”. Y sin embargo, sin hacer mucho escándalo, pasan por ese estricto filtro los pecados estructurales, los que traen consecuencias más terribles y duraderas, los que causan daños reales a personas reales: la corrupción de las estructuras y los espacios eclesiales, el abuso de poder, el mismo individualismo que la sociedad promueve por doquier, el machismo explícito, el consumismo como estilo de vida, una ética del éxito implacable.”

  1. Ibid. p. 79, “Lo decisivo del reino de Dios por parte de Jesús no consiste en que Jesús haya traído una nueva doctrina sobre el reino de Dios o haya realizado la radicalización de la esperanza escatológica-apocalíptica, sino que él puso el reino de Dios en relación indisoluble con su persona. Lo nuevo en el anuncio del reino de Dios por parte de Jesús “es él mismo, simplemente su persona” (Schniewind)”

BIBLIOGRAFÍA

  • Versión bíblica (español traducción literal): Revisión Reina-Valera de 1960 (RV-60) o de 1995 (RV-95), edición de estudio. Sociedad Bíblica: Madrid.

  • Versión bíblica (español traducción no literal): NVI en la App youversion

  • Beasley-Murray, G. R., Jesus and the Kingdom of God, The Paternoster Press, 1986

  • Conzelmann, Hanz, The theology of St Luke, Harper and Row, Publishes, 1961

  • Freedman, David Noel, The anchor Bible dictionary, Volume 4 K-N, Double day, 1992

  • González, Antonio, Reinado de Dios e imperio, ensayo de teología social, editorial sal Terrae, Santander 2003

  • Green, Joel B; McKnight, Scott (Editors); consulting editor: I. Howard Marshall, Dictionary of Jesus and the Gospels, Intervarsity press, 1992,

  • Guía del curso Lucas -Hechos 2023-2024 (Profesor: Avelino Martínez Herrero)

  • Magnin, Lucas, 95 tesis para la nueva generación, Manifiesto de espiritualidad y reforma a la sombra de Lutero, Editorial CLIE, 2022

  • Marshall, I. Howard. Hechos de los Apóstoles. Traducido del Tyndale New Testament Commentaries por la Facultad de Teología SEUT

  • Miquel Pericás, Esher, Amigos de esclavos, prostitutas y pecadores, editorial verbo Divino, 2007

  • Nolland, John. Lucas. Selecciones del Comentario Bíblico de Word. (Traducido por La Facultad de Teología SEUT)